EDUCADORES DE CALLE
Llegamos a principio de los años 90 a la Calle Torremolinos para comprometernos con una de las realidades más duras de la ciudad. Llamamos a una de las “puertas” de esa calle, la parroquia, y nos la abrieron de par en par. Por entonces estaba de párroco el buen amigo Rafael, que tantas inquietudes y avellanitas compartió con nosotros en esa gran mesa camilla de la casa de la Begoña, Isabel y Mª Ángeles. Begoña, una mujer que lleva 25 años de su vida al lado del pueblo gitano, nos introdujo y nos enseñó a dar los primeros pasos en este espacio del llamado Cuarto Mundo. Y junto a ellos los educadores de calle (“los maestros” como cariñosamente nos llaman los chavales) íbamos formando equipo, en el que programábamos, decidíamos, avaluábamos…, pero sobre todo, compartíamos los trajines de nuestro “estar” en la calle con nuestra gente. Fue precisamente la primera actitud que quisimos desarrollar: la de estar , que ya era bastante, sin molestar, que ya bastante tienen con lo qu