LA DROGA: UN PROBLEMA MUNDIAL
Ante la convulsión social que en las últimas semanas azota
diferentes barrios de nuestra ciudad, bajo el lema “Lucha contra el
narcotráfico”, quisiera ofrecer, desde mi experiencia, una visión acerca de lo
que está ocurriendo.
Las primeras cuestiones que quiero plantear son: ¿Qué está
pasando realmente en estas zonas de la ciudad? ¿Contra quién se está luchando?
¿Acaso es ésta una forma adecuada de abordar el problema de la droga? La
respuesta es sencilla. Con todos estos hechos
se está desviando la atención de la opinión pública. No se está
destapando la verdad que todas las personas tenemos derecho a conocer. Es, por
tanto, imprescindible y urgente hacer un análisis serio, que profundice en las
verdaderas causas del problema de la droga.
Sólo se habla de cómo ha estallado la situación en las
barriadas de las Palmeras y Moreras y en la calle Torremolinos. Pero es un
grave error querer identificar la droga como un problema que tiene sus raíces
en los barrios marginales. ¿Por qué? Porque la droga es un gran negocio, de
ámbito mundial que, por dar algún dato, maneja más dinero que la industria
automovilística. Es un gran negocio del que se lucran injustamente reducidos
sectores pertenecientes a altos niveles sociales, económicos y políticos. Los
datos hablan por sí solos: se nos informa de la complicidad de la nobleza
social (caso del duque de Feria), de la complicidad de la policía (caso del ex
jefe superior de la policía de Sevilla, casos de desmantelamiento en la cúpula
de la Guardia Civil), de la complicidad de funcionarios de Justicia, de
Prisiones, de Aduanas… Toda esta situación se ha destapado por responsables del
Poder Judicial (Baltasar Garzón y Manuela Carmena).
Ahondando más, la propia prensa nos informa del abanico de
intereses que se abre en torno al narcotráfico (prestamistas, receptores de
objetos robados, corredores de inmuebles…).
Habría que preguntar al Gobernador Civil: ¿Hacia dónde hay
que enviar las patrullas policiales? ¿Quién tiene que recibir la represión?
¿Por qué se tiene tanto miedo a la hora de hablar de la legalización de las
drogas si el panorama es tan evidente?
REALIDAD EN LOS BARRIOS.
A nivel más cercano, es preciso aportar datos del Centro
Provincial de Drogodependencias que hablan de que la mayoría de las consultas
recibidas provienen, por orden, de los barrios del Sector Sur, Moreras,
Levante, Ciudad Jardín y Palmeras. También es sabido que en cualquier sitio de
la ciudad se vende droga, existiendo puntos concretos en la zona Centro, Casco
histórico, Ciudad Jardín, Valdeolleros… Es más, la droga de mayor calidad
circula por algunos lujosos chalets de la zona residencial del Brillante.
Sin embargo, el único “narcotráfico” que se denuncia es el
de pequeños “camellos” que venden droga de baja calidad. Sólo contra ellos se
arremete, cuando es perfectamente constatable que son los mismos que en el seno
de sus familias padecen las lacras de la droga (numerosas muertes por sida,
encarcelamientos, etc.). Mientras tanto quedan con las manos limpias aquéllos
que se enriquecen a su costa.
De todo este negocio, lo que se comercia en barrios como
Palmeras, Moreras o calle Torremolinos son las migajas de un gran pastel que se
reparte lejos de ellos. Estos barrios son la consecuencia última del sistema,
sus vecinos son los que padecen en último extremo la desigualdad y las
injusticias sociales como el paro crónico, infravivienda, toxicomanías,
mendicidad, prostitución, cárcel, enfermedades incurables,… La situación que se
vive en ellos es tan dramática, que cualquier motivo es suficiente para
estallar en cólera, como está sucediendo en estas fechas.
¿Qué fácil es hacer noticia de estas situaciones! Es fácil
arremeter contra la población indefensa cuando hay tantos intereses de fondo
que ocultar. Atizar las ascuas en estos barrios para que la gente se revuelva
sobre sí misma es “lavar la cara” al problema y a sus responsables, es eludir
responsabilidades para que los verdaderos culpables queden inmunes.
PATRULLAS CIUDADANAS.
Habría que hacerse, entonces, otra pregunta: ¿Por qué surgen
las patrullas ciudadanas? Quien experimente el problema desde dentro se da
cuenta de que estas patrullas sólo conducen al enfrentamiento de los propios
vecinos, de los pobres contra los pobres, como está ocurriendo en Moreras,
donde se amenazan de muerte unos vecinos a otros.
Mientras la gente se apalea, la situación se contempla por
el sistema con risa e ironía. Es la propia policía la que incita, increpa y
provoca tales enfrentamientos. Hay declaraciones de muchos vecinos que están en
contra de estas patrullas y también contamos con la experiencia de los vecinos
del Sector Sur, que han optado por desechar las patrullas, dando paso al
diálogo y a la organización pacífica, para exigir compromisos concretos a las
autoridades locales.
Por otra parte personas pertenecientes a estas patrullas
ciudadanas se empeñan en identificar droga con etnia gitana, como una forma de
atacar y desacreditar a este colectivo. Cuando muy sabemos que, en el fondo, lo
que late es una actitud xenófoba y racista.
El principal problema de estas barriadas no estriba en las
drogas, ni en las diferentes etnias que las habitan; sino, en la pobreza, la
marginación y la falta de alternativas para poder llevar a cabo una vida digna.
ALTERNATIVAS.
Ante esta situación, las exigencias y las reivindicaciones
de sectores del movimiento ciudadano, de las autoridades políticas y de los que
se hacen eco los medios de comunicación son más policía y más seguridad
ciudadana. La pregunta, que cabría hacerse, sería ¿De quién hay que protegerse
realmente? Porque, más bien, la inseguridad ciudadana proviene de lo que no
sale a la luz, de los intereses económicos escondidos en buenas viviendas,
buenos barrios y lujosos despachos.
La solución no es más policía. La presencia policial
engendra más violencia; lo podemos corroborar en el caso de Moreras. Es hora de
que las administraciones se cuestionen qué pretenden con la creación de más
policía. ¿Para qué tanta policía de barrio, cuando las necesidades sociales son
muy diversas?
A largo plazo, la solución está en romper este sistema que
genera desigualdad e injusticia. A ello se podrá llegar si avanzamos en medidas
sociales a corto y medio plazo. Es necesario el desarrollo de políticas
socio-laborales eficaces por parte de las administraciones, como las que se
proponen a continuación:
1.- Elaboración y puesta en marcha de programas de
intervención social que tengan como destinatarios específicos estos barrios más
necesitados. Va siendo hora de acabar con programas propagandísticos y de
escaparate que no revierten realmente en las necesidades sociales. En este
sentido, tanto el Ayuntamiento como la Junta de Andalucía son los máximos
responsables de desarrollar una auténtica política social, que termine con la
marginación social.
2.- Creación de educadores de calle que se impliquen en los
barrios con el objetivo de prevenir e intervenir en situaciones de riesgo,
proponiendo medidas sociales y laborales desde la realidad: la calle.
3.- Creación de puestos de trabajo estables que palien la miseria
en la que viven muchas familias.
4.- Puesta en marcha de escuelas taller, aulas
ocupacionales, casas de oficios, etc. diseñadas para responder a las personas
más jóvenes de estos barrios. La ocupación formativa-laboral es fundamental
para estos sectores de la población marginada para la inclusión social.
5.- Desviación de presupuestos públicos que ahora se dedican
a gastos de policía y más seguridad, para que el dinero público revierta en
creación de empleo y servicios sociales. Este debería ser un objetivo
prioritario en una política social de izquierdas.
6.- Potenciar a los agentes sociales, como asociaciones
juveniles, de mujeres, etc. que, de múltiples maneras, puedan ir creando una
red social y una conciencia participativa y solidaria.
7.- Mayor dotación de trabajadores sociales en los centros
comunitarios municipales, que desarrollen un trabajo directo con la población,
evitando burocracias innecesarias.
Por último, desde este conocimiento de la realidad, sería
muy conveniente que el movimiento ciudadano analice la realidad social, para
que tome conciencia real de cuáles han de ser las reivindicaciones,
transmitiéndolas a la ciudadanía en general. De esta forma, el movimiento
ciudadano sería un buen agente activo en el desarrollo de la solidaridad. Sólo
así podremos avanzar hacia una sociedad justa, en la que los derechos humanos
sean respetados.
Miguel Santiago Losada
Educador de calle de la calle Torremolinos
(Este
escrito fue firmado por los educadores de las barriadas
de
Moreras y Palmeras y calle Torremolinos)
Córdoba,
14 de marzo de 1994
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