La fe en el ser humano
Cuando sonó el timbre de mi instituto, a última hora, crucé el pasillo central para dirigirme al aparcamiento donde coger el coche para regresar a casa. Durante el camino no dejaba de rondarme por la cabeza el episodio que había presenciado con dos chavalitos de 1º de la ESO que llegaron al aula de convivencia golpeándose, maltratándose y sucios. Después de hacer varios intentos por atenderles, pregunté cuál era la realidad social que estaba detrás de ellos. La respuesta desvelaba una realidad de familias que presentaban diferentes problemas de convivencia, lo que había provocado el internamiento de estos niños en distintos centros de menores. Me resistía al fácil reproche de considerarlos gamberros y, por consiguiente, chavales de difícil solución. Seguía imbuido en este pensamiento cuando llegué a la cochera, encontrándome en el acceso de la misma a un abuelo que ha hecho del lugar su hábitat. Pertenece a las llamadas personas sin techo, que vive con su pensión y se relaciona co...