PONTE EN MI LUGAR, NO ME LLAMES EXTRANJERO
Nuestras conciencias se remueven, a la luz de la vida y del espíritu evangélico, ante la tremenda situación de rechazo y muerte que viven nuestras hermanas y hermanos del sur que, debido a la injusta situación de empobrecimiento y guerras, se ven obligados a un éxodo que los conduzca a una nueva tierra que mane leche y miel. Para profundizar en las causas que provocan una de las injusticias sociales más destacables de los últimos años os propongo, desde mi modesta aportación, cuatro epígrafes: 1.- “No maltratarás ni oprimirás al extranjero, porque también vosotros fuisteis extranjeros en tierra de Egipto” (Ex 22, 20). España fue durante siglos un país de emigración. Los grandes flujos de la emigración hacia América Latina y Europa se concentraron, respectivamente, en las primeras décadas del siglo XX y en las postrimerías a la II Guerra Mundial. La herencia actual de este pasado migratorio es la presencia en el extranjero de más de un millón y medio de españoles. Siendo Andal