LA MEZQUITA, INCONTITUCIONALMENTE INMATRICULADA
Hace
diez años un grupo de personas preocupadas por la gestión y titularidad de la Mezquita
de Córdoba crearon la plataforma ciudadana “Mezquita-Catedral, Patrimonio de
Tod@s”. Fueron dos acontecimientos muy relevantes, cometidos por la jerarquía
católica, los que colmaron el vaso de tanto despropósito: la inmatriculación de
la Mezquita en el año 2006 por treinta euros y el borrarle su nombre en el
2010. Dos atentados contra la titularidad y la historia del monumento andalusí,
respectivamente, que hizo que la sociedad no se quedase inmune ante tales
hechos y reaccionara con 400.000 firmas en la plataforma Change.org, exigiendo
la reparación de dichos infortunios.
Jamás
hubiéramos pensado que, una vez pasada la dictadura franquista, pudiesen darse
estos atropellos en un Estado Social y Democrático de Derecho. Hemos tenido
unos Gobiernos que han permitido que la jerarquía católica inmatriculase miles
de bienes, algunos de ellos declarados “Patrimonio de la humanidad”, como la
Mezquita de Córdoba, la Giralda de Sevilla o la Catedral de Burgos. Y lo más
grave es que no piensan mover un dedo para revertir las inmatriculaciones. El
actual Gobierno de coalición en el punto 5.11 de su programa se comprometió a
realizar: “las modificaciones legislativas oportunas para
facilitar la recuperación de los bienes inmatriculados indebidamente por la
Iglesia basadas en el privilegio de inscribir en el Registro de la Propiedad
bienes a partir de simples declaraciones de sus propios miembros”. Al final no
solo no ha legislado sino que ha negociado con la Conferencia Episcopal Española
una especie de paripé con pretensión de zanjar este escandaloso asunto de
Estado. La iglesia muestra su músculo de poder mientras el Gobierno esconde la
cabeza como el avestruz. Nunca ha sido tan oportuno el famoso tópico literario
de don Miguel de Cervantes: “Con la Iglesia, hemos topado”.
Los
tres últimos obispos de Córdoba, de la línea más integrista de la jerarquía
católica, han puesto el acento en la Catedral de Córdoba, que ocupa el corazón
de la Mezquita, pretendiendo diluir su historia, memoria y apagar su
peculiaridad de interculturalidad e interreligiosidad, cualidades por las que
la Unesco en el año 1984 la declaró “Patrimonio de la Humanidad”. Sin embargo,
gracias a la Mezquita sacan todos los años pingües beneficios con las visitas
turísticas. Nos recuerda a la cenicienta, la que sacaba la casa adelante
mientras las holgazanas de sus hermanastras la denigraban y vapuleaban.
No
había ninguna necesidad de todo ello. Los obispos a lo largo de la historia se
han considerado usuarios de este magnífico y universal templo, nunca
propietarios. No se escandalizaron de que el pueblo llano le siguiese llamando
Mezquita. Mi madre, por ejemplo, como muchas personas de Córdoba, solía decir: “voy
a misa a la Mezquita”. Al contrario, hubo obispos empeñados en devolverlo su
glorioso pasado andalusí. Como decía mi abuelo: “los moros pusieron a Córdoba
en el mundo”.
Mientras
la ciudadanía pulsó la alarma a tanta arbitrariedad, tanto el Gobierno Central,
como la Junta de Andalucía, como el Ayuntamiento de Córdoba han mirado hacia
otro lado. Si no hubiese sido por la plataforma ciudadana, la Mezquita seguiría
llamándose oficialmente, en sus cartelerías, trípticos…, Santa Iglesia
Catedral, como tantas hay en el mundo.
El
gobierno de Rajoy, presionado por el Alto Tribunal Europeo de los Derechos
Humanos y las plataformas patrimonialistas, retiró el artículo de la ley
hipotecaria que permitía las inmatriculaciones por su inconstitucionalidad. La
Mezquita, como miles de monumentos, se encuentran bajo este marco
inconstitucional y las plataformas ciudadanas patrimonialistas seguirán
luchando hasta que consigan una legislación que ponga orden a todo este
desaguisado, que se inició en 1946 por el dictador Franco. El obispado y
cabildo catedral de Córdoba no tienen ningún documento histórico que acredite
que la Mezquita es propiedad de la Iglesia católica. Podrán seguir diciendo
misas, bautizando, casando, confesando bajo sus arcos, pero los únicos y
legítimos dueños del monumento es su pueblo, sus hombres, mujeres, niños y
niñas ya sean creyente o no. A un pueblo no se le puede usurpar su memoria, su
dignidad, su historia, su patrimonio.
La
mejor explicación que se ha dado para demostrar las intenciones del obispo de
Córdoba la dio hace unas semanas la directora del Museo Diocesano y
también de la Biblioteca Diocesana: “El que visita la Catedral de Córdoba y
cree que ha visto una mezquita no ha entendido nada del edificio” (El Día de
Córdoba, 26-12-2021). Como dice el
periodista Ángel Munárriz autor de Iglesia
S.A.: “El tinglado (se refiere al poder de la iglesia católica) viene de una
inercia de siglos. La democracia no lo ha desmontado del todo”.
Córdoba,
1 de febrero de 2022
Miguel Santiago Losada
Profesor, escritor y portavoz de la plataforma “Mezquita-Catedral,
patrimonio de tod@s”
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