Andalucia

Andalucía, por su dilatada historia, llegó a tener una situación preautonómica que arrancó con la asamblea de Ronda de 1918, y de no haber sido por el golpe militar franquista de 1936 hubiese refrendado su estatuto de autonomía. De ahí se desprende que desde finales de los años 70, en plena transición política española, los andaluces reclamásemos nuestro reconocimiento histórico como autonomía a través del artículo 151 de la Constitución (vía para las plenas competencias autonómicas). Memorable fue el 4 de diciembre de 1977 cuando millones de andaluces salimos a la calle con las banderas verdiblancas exigiendo el reconocimiento nacionalista que históricamente se nos había negado. Ese mismo día, en la manifestación de Málaga, un guardia civil mató de un tiro al joven José Manuel García Caparrós cuando intentaba poner una bandera andaluza en el balcón de la Diputación Provincial.
El 28 de febrero de 1980 nos ganamos a pulso, a través del referéndum, el acceder a nuestra autonomía por el artículo 151, lo que suponía el mismo techo autonómico que las tres nacionalidades consideradas históricas. El preámbulo del reformado Estatuto de Autonomía de Andalucía de 2007 dice que la Constitución de 1978, en su art.2, reconoce a Andalucía como una nacionalidad. Hoy, después de 30 años, Andalucía sigue siendo una sociedad dual, la del bienestar y la empobrecida económica y socialmente, en la que encontramos a más de 400.000 personas en una situación de extrema pobreza. Urge una política social en la que la formación y el empleo junto al acceso a una vivienda digna sean los pilares que generen la verdadera justicia social.
La Andalucía imparable, la Andalucía al máximo, la segunda modernización de Andalucía, según la Junta de Andalucía, no se ha traducido en una apuesta valiente y real para atajar el principal problema que padece nuestra tierra: el empobrecimiento y la exclusión social. Hasta la presente todo ha sido buenas intenciones y poco más.
Desde principios de la década de los 90 se planteó por la anterior Consejería de Asuntos Sociales una Ley de Inclusión Social. Incluso se llegó a elaborar un borrador en febrero del 2001 sobre la misma.
En vísperas de las elecciones andaluzas del 2004, el entonces consejero de Asuntos Sociales presentó el Plan Andaluz para la Inclusión Social, que fue aprobado en el Consejo de Gobierno de 11 de noviembre del 2003 y que estaría en vigor hasta el 2007.
Aunque se siguió interviniendo en algunas zonas con una elevada exclusión, al día de hoy no podemos hablar de que haya alcanzado un nivel suficiente. En el año 2007 la situación era prácticamente la misma que en el 2003. Apenas se había construido vivienda de promoción pública, el deterioro de algunos barrios había aumentado, las ayudas familiares resultaban a todas luces insuficientes. Incluso han sido años en los que se ha invisibilizado la pobreza en vez de haber sensibilizado a la población sobre ella, llegando incluso a criminalizarla.
Con las elecciones autonómicas del 2004 llegó la nueva imagen. La actual Consejería para la Igualdad y el Bienestar Social responde más a la clase social media, votantes mayoritarios, que a las clases sociales más desfavorecidas. Es una Consejería a la medida de la Andalucía al Máximo que esconde el primer problema andaluz: las miles de personas que padecen la exclusión social. De ahí que todavía siga pendiente de responder a problemas sociales como: ¿En los últimos diez años qué incremento han experimentado las ayudas económicas familiares destinadas a la población más necesitada? ¿Hay recortes en las políticas a la hora de intervenir en zonas necesitadas de transformación social? ¿Son prioritarias las medidas de empleo en estas zonas?
El nuevo estatuto, que se sometió a referéndum el 25 de febrero de 2007, se impregnó de un fuerte carácter social contemplando incluso el derecho a la Renta Básica. Sin embargo, después de tres años, es solo papel mojado cuando las necesidades sociales son más urgentes que nunca por la crisis que estamos atravesando.
Ahora más que nunca es necesario una Ley de Inclusión Social que con presupuesto haga efectivas medidas de formación y empleo, educación, salud, vivienda y una renta básica. Ello conllevaría, entre otras cosas, a paliar en gran medida los estragos que tanto el tráfico como el consumo de las drogas provocan, causa directa de que las cárceles estén masificadas de personas empobrecidas y excluidas.
* Profesor y Presidente de la

Asociación KALA 

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