UNA MIRADA A LA SEMANA SANTA ANDALUZA
La
Semana Santa andaluza nos sumerge en nuestras raíces más ancestrales. Las
procesiones son la expresión de miles de años de religiosidad popular en las
diferentes culturas de la antigüedad. Esta fiesta primaveral es el resultado de
una historia que rezuma mezcla de culturas, religiones, etnias. La Semana Santa
la podríamos calificar como un claro ejemplo del sincretismo heredado de la
Bética romana, incluso de la época andalusí. Traigo a colación el texto de una
procesión de los dioses frigios Atis y Cibeles en la Roma del siglo I: “La
procesión, en un ambiente festivo pero solemne, avanza por la ciudad, los
cofrades desfilan entre la multitud de espectadores portando cañas, ramas y
flores que también engalanan balcones, puertas y arcos por toda la ciudad (…), se
portarán las imágenes del dios y de su madre, se llorará por su muerte y se
cantará”.
Desde
tiempo inmemorial las diferentes culturas han dado culto a la diosa madre,
preferentemente la diosa de la creación y del amor. Junto a la diosa madre, el hijo de dios. La dualidad sagrada. La tierra
fértil y el fruto. Un fruto que nace en todo su esplendor y muere para que la
semilla, contenida en él, pueda dar la vida.
La
actual Semana Santa tiene su origen en el siglo XVI coincidiendo con la
Contrarreforma, cuyo objetivo era evitar la pérdida de fieles a raíz de la
Reforma emprendida por Lutero. La Semana Santa, determinada por una carga penitencial
y de sufrimiento, decae con las nuevas ideas ilustradas y el desarrollo de la
razón. Nadie podría pensar el resurgir de la Semana Santa andaluza a partir de
mediados del siglo XIX con la intervención de la burguesía y los ayuntamientos que
vinculan la Semana Santa a las fiestas primaverales, proporcionándole un
carácter festivo e incluso turístico.
Poco a poco
cada persona, cada familia, cada pueblo se iría identificando con su Nazareno y
con su Dolorosa, adquiriendo un sentido más cercano y humano que el dios
castigador por el pecado original. Nuestras imágenes se van a “humanizar” a
“familiarizar”. Se visten, se enjoyan, se les pone pelo natural, se colocan en
besapiés y besamanos… La figura del Nazareno vivo le gana la partida al
Crucificado muerto. Al contrario de la Baja Edad Media, donde
la muerte y sufrimiento predominan, en la Semana Santa andaluza actual prevalece
la resurrección, la luz, la alegría, el festejo.
Dos
son los riesgos por los que atraviesa la Semana Santa: el control y
manipulación de la jerarquía católica y la intromisión política. La Semana Santa siempre ha corrido el
peligro de las manipulaciones tanto simbólicas como sociales, como plantea el
antropólogo Rafael Briones: “La Semana Santa será liberadora a
condición de que no se ejerza una manipulación con pretensiones alienantes, ni
en su dimensión social ni en su dimensión simbólica”. El
jesuita filósofo Gómez Caffarena, llegaría a decir: “la autoridad eclesiástica
(…), no está sin más con la religiosidad popular, la cultiva, como
indispensable clientela” (Caffarena, 1993). La religiosidad popular se escapó del clericalismo en
América Latina, como reconoció el Papa Francisco: “se salvó porque los curas no
se metieron”.
Además
de la manipulación religiosa está la política que, en plena democracia, mantiene el nacionalcatolicismo a
través de la presencia de las tropas militares, himno y bandera de España,
representaciones oficiales del ejército y de las autoridades públicas. Todos
estos ámbitos de poder intentan secuestrar la Semana Santa para influir sobre
la masa, acrecentar el poder y prestigio propio, utilizándolo al servicio de
sus intereses. Por el contrario, las cofradías deberían actualizar el concepto
de liberación planteado anteriormente, haciéndose eco de los 13.000 niños y
niñas asesinados en Gaza, la mayor masacre infantil de los últimos tiempos.
El periodista
sevillano Manuel Chaves Nogales en la primavera de 1935 llegó a escribir: “Los dos enemigos natos de la Semana Santa
sevillana son el cardenal y el gobernador, el representante de la Iglesia y del
Estado”; y añadía que “sin las hermandades no habría Semana Santa, por
más que se empeñase en ello la Iglesia o los Gobiernos (…). La Semana Santa no
es obra ni de los curas ni de los gobernantes, sino de los cofrades, de una
organización netamente popular y de origen gremial que ha estado siempre en
pugna con los poderes establecidos”.
Córdoba,
11 de abril de 2025
Miguel Santiago Losada
Profesor y escritor
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