LA IBERIA SOÑADA
El pasado verano pasé unos días en Portugal. País entrañable y hermano donde uno se siente como en su propia casa. Paseé por las calles de Lisboa y Oporto percibiendo esa combinación de fragancias y colores que las envuelven. En el Algarve, continuación occidental de nuestra Andalucía, me enamoré de su luz y sus costas, del reguero de sus pueblos y ciudades, de sus atardeceres rojizos por el cabo de San Vicente. Mientras recorría sus tierras pensaba en Saramago cuando profetizó en 2007 que Portugal y España acabarían siendo Iberia. El premio Nobel portugués ha sido la referencia más notable del iberismo en los últimos años, siguiendo la senda trazada por políticos y escritores de la talla de Pi i Margall, Salmerón, Castelar y Blas Infante. Iberia es un reto con altas miras en un mundo donde predomina el restar, la confrontación, levantar muros y alambradas, trazar líneas rojas… El iberismo apuesta, por el contrario, por sumar, por la solidaridad entre pueblos para afrontar los