LA IBERIA SOÑADA
El pasado verano pasé unos días en
Portugal. País entrañable y hermano donde uno se siente como en su propia casa.
Paseé por las calles de Lisboa y Oporto percibiendo esa combinación de
fragancias y colores que las envuelven. En el Algarve, continuación occidental
de nuestra Andalucía, me enamoré de su luz y sus costas, del reguero de sus
pueblos y ciudades, de sus atardeceres rojizos por el cabo de San Vicente.
Mientras recorría sus tierras pensaba en Saramago cuando profetizó en 2007 que
Portugal y España acabarían siendo Iberia. El premio Nobel portugués ha sido la referencia más notable del iberismo en los últimos años,
siguiendo la senda trazada por políticos y escritores de la
talla de Pi i Margall, Salmerón, Castelar y Blas Infante.
Iberia es un reto con altas miras en un mundo donde
predomina el restar, la confrontación, levantar muros y alambradas, trazar
líneas rojas… El iberismo apuesta, por el contrario, por sumar, por la
solidaridad entre pueblos para afrontar los problemas peninsulares, muy comunes
en ambos Estados. Este gran proyecto supondría múltiples
ventajas, como una mayor riqueza social y cultural, una fortaleza en la
economía, ya que se consolidaría como la quinta economía europea, ser el
territorio con mayor extensión de la UE y el quinto en población. Ello conllevaría un aumento del PIB, una mayor voz en las
instituciones europeas, además de poder erigirse en una potencia de encuentro y
diálogo entre naciones, sobre todo en lo concerniente a la política
internacional y a la cooperación con los continentes africano, latinoamericano
y Oriente Medio. Actualmente los
barómetros emitidos, como el Barómetro Hispano-Luso, arrojan un alto porcentaje
de apoyo a esta propuesta por parte de portugueses y españoles, aproximadamente
un 40 %. El sueño de la Unión Ibérica ha llegado a Europa y hasta la
canciller alemana, Ángela Merkel, tiene conocimiento de ello.
Actualmente
Portugal es la economía número 49 por volumen de PIB, mientras que España ocupa la
posición 14. Juntas escalarían hasta el puesto 11 a nivel mundial. Ambos países
unidos deberían establecer un gasto público en educación por encima del 7%,
actualmente el gasto público de educación en Portugal ronda el 5% y el 4,26% en España. El gasto en salud
ofrece cifras similares, de algo más del 9%, lo que conlleva una esperanza de
vida al nacer que supera los 80 años en ambos países (80.7 en Portugal y 82.4
en España). El Índice de Desarrollo Humano en Portugal es del 0,864 (puntaje sobre 1),
ocupando el lugar 38 a escala mundial, mientras en España es del 0.904, lo que
la sitúa en el lugar 25. Estos indicadores anteriores contrastan con el nivel
de pobreza que sufren ambos países, 17,2 % en Portugal y el 20.7% en
España, además de destacar España por
estar entre los Estados con mayor tasa de desempleo del mundo a pesar de
ser la 14 economía mundial.
Iberia podría ser el paso fundamental para
hacer realidad la formación de un gran Estado Republicano, Federal, Laico y Social,
donde los derechos humanos determinasen la nueva constitución, que corrigiese
las alarmantes desigualdades que padece la población, aumentase el gasto en
educación e investigación, y mimase la sanidad pública como el gran tesoro al
que aspira cualquier sociedad. Portugal pasaría e engrosar el listado de los
Estados federales de Iberia, lo que obligaría al Estado español a revisar su
actual Estado obsoleto de las automías. Andalucía, junto a Cataluña, Euskadi y Galicia,
sería la primera en constituirse como un Estado federal. Otras autonomías ya
han manifestado en sus estatutos la voluntad de considerarse nacionalidades,
como son los casos de Aragón, Baleares, Canarias y Valencia. El nuevo Estado
Ibérico tendrían la tarea de repartir las sedes de los diferentes Poderes y
Administraciones del Estado por toda su geografía, creándose una capitalidad
confederada que evitase el desequilibrio entre los diferentes territorios. Los
dos países juntos ofrecerían una gama de lenguas, de diversidad de hablas y
culturas, tradiciones y gastronomías, paisajes y climas que harían de Iberia un
Estado único en el mundo. Asumiría el compromiso de cuidar la naturaleza
evitando el cambio climático, avanzaría a pasos agigantados en la lucha contra
la pobreza y exclusión social, potenciaría la cooperación internacional en aras
a disminuir la gran brecha entre los países del Norte y del Sur, y sería un
referente para el encuentro y diálogo que buscase soluciones a los conflictos y
guerras que padecen decenas de países.
El
principal escollo para la formación del nuevo Estado es el reconocimiento de la plurinacionalidad, que choca frontalmente con el centralismo a
ultranza que rige España desde la época de los Reyes Católicos y la dinastía de
los Austrias. El centralismo es un hecho representado por la concentración de
poder en Madrid en detrimento del resto del territorio. El poder central y
político está en Madrid desde tiempos de Felipe II, pero también el
administrativo, judicial, financiero, económico, cultural, mediático... Solo
con estar atentos a las televisiones y resto de medios vemos como priman las
noticias de Madrid, excepto cuando se tratan temas relacionados con el
independentismo catalán o la afluencia de turismo a Baleares y Canarias o cuando
sucede un hecho extraordinario en algún lugar.
Sin embargo, si volvemos la mirada a nuestros
orígenes veremos cómo los Estados portugués y español comparten unos mismos
cimientos históricos, un mestizaje debido al flujo constante de las diferentes civilizaciones que durante
más de 3.000 años han fecundado y enriquecido a este inigualable y excepcional
territorio. Tartessos, íberos, celtas, fenicios, cartagineses, griegos, romanos, germanos (suevos y visigodos), musulmanes, judíos, cristianos, gitanos, africanos… Además de la identidad
histórica y cultural que unen a todos los pueblos de la Península, el nuevo
Estado de Iberia formaría una unidad geográfica bien diferenciada, presentando una extensión de alrededor de 600.000 km² y una población de 57 millones de habitantes. Compartiendo las mismas mesetas, cordilleras, ríos y océanos. En biología
hablaríamos de un gran ecosistema con su biotopo (su magnífico marco natural) y
su biocenosis (sus variadas gentes marcadas por la rica y diversa cultura).
Nuestro
padre de la patria andaluza, Blas Infante, ya dejó por escrito en el himno
andaluz que nuestra tierra se sintiese parte de esa nueva realidad ibérica: “Sea
por Andalucía libre, Iberia y la Humanidad”.
Córdoba,
23 de septiembre de 2021
Miguel Santiago Losada
Profesor y escritor
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