EL CÁLIZ PROFANADO
Leí en un periódico de la prensa local cordobesa que un cáliz profanado por el Estado Islámico iba a recorrer la diócesis de Córdoba. La pieza procedente de Siria se encuentra en España con el objetivo de alertar sobre la situación de la Iglesia necesitada. Al parecer, miembros del DAESH afinaban la puntería de sus armas con esta pieza litúrgica. Tras su recuperación, el citado cáliz está viajando por todo el mundo para que los fieles católicos puedan apreciar los destrozos ocasionados por las balas de los “incrédulos y profanadores”. Previamente a su llegada a Córdoba está recorriendo otras diócesis.
¿Cuál es el verdadero objetivo de
que este cáliz esté recorriendo diversas iglesias andaluzas? ¿Qué pretenden los
prelados de sus respectivas diócesis con ello? Según dicen, alertar sobre la
iglesia necesitada. ¿A qué iglesia necesitada se refieren? ¿A la iglesia
perseguida por los infieles? ¿A la iglesia que se deja la piel en África por
dignificar la vida de sus maltratados habitantes? ¿A la iglesia que denuncia
las políticas migratorias que provocan miles de muertes, desplazados y
desaparecidos? ¿A la iglesia que fue víctima de la muerte de Oscar Romero y de
muchos/as otros/as por defender a su pueblo de la oligarquía caciquil y
militar, manejada desde lejos por la gran potencia americana? ¿A la iglesia
tapadera de tantos actos de pederastia? ¿A la iglesia de las finanzas
necesitada de solidaridad y justicia social?
Mucho me temo que esta pedagogía de
pasear cálices, santificar mártires causados por los otros (los que no profesan
la misma religión)… va encaminada a satisfacer a los “fieles verdaderos”, a los
seguidores del mensaje de los trasnochados púlpitos. ¿Qué tiene que ver todo
ello con el Evangelio? Mucho me temo que el interés de la jerarquía católica
andaluza a través de estas acciones es, aprovechando el integrismo cruel y
asesino de estos grupos terroristas, desacreditar las otras religiones, los
otros pensamientos, las otras formas de vida; en definitiva, generar sospecha y
miedo ante el otro/a, el diferente. Y a modo de sinécdoque, tomando la parte
por el todo, e hiperbolizando, desacreditar la historia de Andalucía, en
concreto el periodo de al-Ándalus, que duró nada menos que ocho siglos,
resultado fecundo del acervo social y cultural de la Spania bizantina, la
próspera provincia Bética y la floreciente Tartessos, junto a las nuevas
corrientes filosóficas, científicas, religiosas, comerciales, cortesanas llegadas
de oriente.
A los católicos más rigoristas les
gusta poner el foco de atención en los mártires mozárabes. En cambio, olvidan
con facilidad a los mártires víctimas de esta religión en su versión más
integrista y menos evangélica que dejaron a miles y miles de seres humanos en
las hogueras de la Inquisición, y provocaron las expulsiones de judíos,
moriscos y gitanos, en las denominadas por ellos guerras santas, como si matar
se pudiese considerar un acto de santidad.
En época más reciente, a la Iglesia
más integrista le gusta hablar de sus mártires de la guerra española, provocada
por el golpe militar de 1936. Nuevamente su mártires contra los mártires de los
otros. Sus mártires alcanzan el cielo, los otros son pasto de las llamas del
infierno, un relato inhumano y lleno de prejuicios y mentiras ¿Dónde estaba esa
Iglesia cuando fusilaban a tanto inocente, cuándo seguían matando, después de
la guerra, por cometer el “delito” de tener otros ideales o pensamientos? Esa
Iglesia estaba bendiciendo las armas que mataban y asistiendo a tanta muerte de
cuneta. ¿Dónde se encontraba cuándo secuestraban a los hijos de las “rojas”
para entregárselos a las personas de “bien”, seguidoras y defensoras del
régimen franquista? Estaba siendo parte activa de tan viles acciones: nutridos
grupos de monjas, curas, médicos y enfermeras católicas se dedicaron a este
tráfico de niños que usurpaban a las madres de condición más humilde, y que
apenas pudo ser juzgado.
El integrismo que asesina por motivos
político-religiosos nada tiene que ver con el mensaje liberador del Evangelio o
de cualquier libro sagrado que defiende la vida y la dignifica. No es tiempo de ver “la paja que hay en el
ojo ajeno mientras no vemos la viga en el nuestro”. Aún no es tarde
para pedir perdón por tantas muertes provocadas por activa o por pasiva. El
papa Francisco es un ejemplo a seguir para estos jerarcas que, en muchos casos,
rayan el fascismo y, por consiguiente, las más lacerantes violaciones de los
derechos humanos. En el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares,
celebrado en 2015, Bergoglio reconoció que “se han
cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en
nombre de Dios”, y pidió “humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la
propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la
llamada conquista de América”. A día de hoy, según el propio
papa, “el sistema sigue
negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos. Ese
sistema atenta contra el proyecto de Jesús”, y reclamó decir “no” a “una
economía de exclusión e inequidad”.
En este mismo sentido, el papa Francisco volvió a pedir perdón en 2018, por todos los “crímenes” cometidos por los sacerdotes, por las instituciones religiosas y por la jerarquía de la Iglesia en Irlanda, considerados abusos de poder, de conciencia y sexuales por los que el pontífice ha entonado un largo e intenso mea culpa. No hay que olvidar que en Irlanda, miles de menores (más de 25.000, según el informe de la comisión Ryan publicado en 2009) fueron víctimas de abusos perpetrados por unos 400 religiosos durante más de ocho décadas. Son numerosos también los casos de madres a quienes arrebataron sus bebés en instituciones religiosas para darlos a otras familias.
¿Para cuándo la jerarquía católica española dará un paso
semejante pidiendo perdón por la complicidad que tuvo con los crímenes del
franquismo? Quizá ese día comenzará a renunciar a sus privilegios
incomprensibles e incompetentes con un verdadero Estado aconfesional, dejando
de ejercer como un poder fáctico, al mismo tiempo que abrazará los senderos del
Evangelio. Ello ocurrirá cuando, en lugar de fijarse en cálices profanados,
brinden con copas de vino por el amor, la justicia y la paz.
Córdoba, 18 de octubre de 2020
Miguel
Santiago Losada
Escritor y miembro de Andalucía Viva
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