JULIO ANGUITA Y LA MEZQUITA
Una buena definición para
el mejor alcalde que ha tenido Córdoba en la época contemporánea sería el de un
gobernante al servicio de su pueblo y de lo público. En los últimos años ha
pedido incansablemente que se cumplan los derechos humanos y la Carta Magna de
nuestro país para poner fin, por ejemplo, al desmantelamiento de los pilares de
nuestra sociedad: la educación y la sanidad.
A Julio también le importaba, y mucho, la historia de su
tierra, de su pueblo, no en vano fue profesor en la materia. Desde un principio
apostó por el reconocimiento de nuestro patrimonio, encabezado por la Mezquita
de Córdoba, pidiendo formalmente a la UNESCO en 1982, en su condición de
alcalde, la declaración como Patrimonio de la Humanidad. Dos años más tarde
recibiría la contestación afirmativa. La prensa local, nacional e internacional
se hacía eco de este gran acontecimiento para la ciudad de Córdoba. Julio se
unía a través de la historia con otro gran defensor del monumento, el
corregidor Luis de la Cerda, que encabezó las protestas del pueblo de Córdoba
en el siglo XVI para la protección de la Mezquita.
Por
aquellos años también tuvo algunos encontronazos con el Obispo de Córdoba, José
Antonio Infantes, a raíz de ciertos acontecimientos ligados con el monumento y con
actos relacionados con la interreligiosidad y la interculturalidad. El primero
tuvo lugar con motivo del I Encuentro de Amistad Hispano-Musulmán, celebrado a comienzos de 1982, en el que cien representantes
de países islámicos aprovecharon la visita a la Mezquita-Catedral para orar
ante el mihrab, lo que fue considerado por el Obispo como “un atropello”. La organización del Encuentro, como respuesta,
recordaba que “no era la primera vez que
los musulmanes habían orado ante el mihrab de la Mezquita de Córdoba”, con
anterioridad lo habían hecho bajo el episcopado de José María Cirarda Lachiondo,
en 1974 y 1977. El segundo desencuentro vino motivado por la pretensión del
alcalde de entregar el abandonado y ruinoso convento de Santa Clara, antigua
mezquita, a la comunidad musulmana de Córdoba, lo que no vio con buenos ojos el
Obispo. El Anguita tuvo que recordarle: “usted
no es mi obispo pero yo si soy su alcalde”. En otras palabras quien
gobierna la ciudad en democracia es el alcalde y no la autoridad religiosa o
cualquier otra.
Con
motivo de los fastos programados para celebrar el XII Centenario de la Mezquita,
el 29 de septiembre de 1984 la Casa Real acepta la presidencia de dicha
celebración. Julio Anguita quiso aprovechar la visita para la inauguración del
nuevo Ayuntamiento, aledaño al Templo romano. Sin embargo, la Casa Real anuncia que el Rey vendrá a Córdoba a inaugurar
los actos de la Mezquita, pero no asistirá a la inauguración del
Ayuntamiento. Ante este comunicado el alcalde manifiesta que no estará presente
en los actos del XII Centenario: “Esta
Alcaldía sabrá estar a la altura de la dignidad de la ciudad, pase lo que pase
con quien sea. Somos representantes de los intereses políticos de la ciudad;
los cordobeses no nos legaron con su voto sus creencias religiosas”. A los
pocos días un mensaje de la Casa Real anunciaba sine die el aplazamiento
de la visita de los Reyes a Córdoba. Así era Julio, un alcalde entregado a su
pueblo, no a obispos ni reyes.
En
los últimos años, Julio como ciudadano responsable y cordobés comprometido con
su patrimonio, participó en varias acciones encaminadas a denunciar la
manipulación histórica de la Mezquita por parte del Cabildo y Obispado, junto con
otros exalcaldes llegaría a escribir: “Queremos
expresar nuestra profunda preocupación por la situación de la Mezquita de
Córdoba, principal seña de identidad cultural de la ciudad y Patrimonio Mundial
por la Unesco, cuya integridad sigue siendo injustamente lesionada con total
impunidad por sus actuales administradores, que falsean intencionadamente su
historia hasta el punto de eliminar su propio nombre que le da proyección
universal”. También lo hizo denunciando las inmatriculaciones realizadas
por la Jerarquía católica: “Expresamos
nuestra profunda preocupación por la inscripción a nombre de la Iglesia
Católica de la Mezquita-Catedral, Patrimonio Mundial por la Unesco y bien de
incalculable valor histórico y emocional para Córdoba. Haciéndolo
extensible al resto del patrimonio: “Solicitamos
que se difundan la totalidad de los bienes inscritos”, responsabilizando a
las Administraciones Públicas de dichas arbitrariedades.
Ojalá, Julio, desde la otra orilla del río de la vida, nos ayudes a
cambiar el rumbo de la historia, empezando por nuestra ciudad: “Córdoba es una
ciudad que no ha valorado nunca lo que tiene y nunca lo ha amado” (Julio Anguita).
Córdoba, 19 de
mayo de 2020
Miguel Santiago Losada
Portavoz de la
Plataforma “Mezquita-Catedral, Patrimonio de todos/as”
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