¿QUIÉN FUE SU AUTOR?
Un escritor compuso en
el siglo XIX el primer capítulo de un libro titulado “Córdoba”. Dicho capítulo desarrolla una visión general de la
historia de la ciudad. De manera literaria comienza la narración: “Mediaba ya la noche, cuando entramos por
primera vez en esa ciudad de Córdoba (…) La luna resplandecía en lo alto del
horizonte; pero no alumbraba sino los techos de sus viejos monumentos, sus
estrechas y tortuosas calles estaban casi todas cercadas de tinieblas”. El
autor, impresionado por el embrujo de la ciudad, veía a través de sus ojos “la segunda Damasco, sentada bajo la sombra
de sus palmeras a orillas de un caudaloso río”. Desde un ajimez de la casa
en la que se hospedó describía lo que contemplaba: “el espectáculo que a nuestros ojos se presentaba, no podía ser más
bello. Alzábanse allá y acá, entre techos desiguales, torres más o menos
imponentes cuya negra silueta se destacaba sobre los montes inmediatos o sobre
el azul del cielo”. El autor reseña la guerra entre César y Pompeyo, en la
que uno de los desenlaces tiene lugar en Corduba, capital de la Bética: “Estalló un día una guerra encarnizada entre
César y Pompeyo (…), al que derrotó en Munda, bajó de nuevo a Córdoba, y pasó a
cuántos le opusieron la menor resistencia por el filo de la espada”. Expone
magistralmente cómo Córdoba se resiste al imperio godo: “Te mostraste poderosa contra Agila, cuyo hijo anegaste en la sangre de
sus tropas; fiera, romana siempre, llegaste entonces a reconquistar tus leyes
municipales, a hacerte libre, a emanciparte, sola y sin más que tus propias
fuerzas, del imperio godo”. De la época andalusí destaca la llegada del
omeya Abderramán I y de los grandes califas Abderramán III y Al-Hakam II: “de quien dijeron los árabes que había
logrado convertir en rejas de arar tus armas, en pacíficos labradores tus
guerreros; de sabios, tus alcázares dorados; de peregrinos, tu Mezquita Aljama;
de oro tus robustas arcas”. La conquista de la ciudad por las tropas del
rey castellano Fernando III es descrita como una total desgracia: “Estoy oyendo tus gemidos, Córdoba; estoy
viendo las lágrimas que brotan de tus ojos. ¡Qué día de desolación para ti
aquel terrible día!”. Córdoba no volvería a alcanzar la importancia que
tuvo en las Edades Antigua y Media ya que los sucesores del rey Fernando “la favorecieron muy poco para que pudiese
volver al estado en que la dejaron los Abderramanes (…) Los Reyes católicos le arrebataron sus mejores soldados para la
conquista de Granada; el tribunal del Santo Oficio consumió parte de la
población en los tormentos y la hoguera”. Y siglos más tarde las diferentes
guerras, la de Sucesión y la de Independencia, la siguieron “desangrando”; hasta tal punto que el
autor afirma: “Hay pocas ciudades cuyo
conjunto revele menos su pasada gloria que el de la ciudad de Córdoba”.
De su pasado glorioso va a destacar la Mezquita-Aljama: “¡Siempre célebre! ¡Mezquita levantada y
frecuentada por emires y califas! ¡Mezquita por cuya pérdida lloran aún bajo su
cielo oriental los que creen en Alá y su Profeta!
El lector puede pensar que tan bellas palabras procedan de
alguna persona cordobesa del decimonónico siglo. Posiblemente escribiera el
capítulo del mencionado libro el romántico don Ángel de Saavedra o el realista don
Juan Valera, o tal vez el ilustrado Romero Barros, padre de Julio Romero de
Torres.
Nada que ver con ellos. El autor fue
el catalán Francisco Pi Y Margall, historiador y ensayista, que llegaría a
presidir el Poder Ejecutivo de la Primera República en 1873. Fue un político
republicano federal. El golpe de Estado del general Pavía puso fin a la
República Federal. La Constitución monárquica de 1876, contraria a la propuesta
de República Federal de 1873, afirmaba la esencia unitaria y centralista del Estado-Nación
español. Nuevamente el nacionalismo rancio español, encarnado por Cánovas del
Castillo, da un golpe a estos nuevos aires. Sin embargo, la herencia del
Sexenio Democrático no fue capaz de anular la realidad plural del Estado, lo
que tuvo una deriva regionalista en los años ochenta del mencionado siglo, al
considerar a España como una realidad plural forjada por la historia. En este
contexto se produce un renacimiento del discurso republicano y federal, que
será aprovechado por Pi i Margall para relanzar su formación política (Partido
Republicano Democrático Federal). La corriente federalista, encarnada en el Partido Republicano Democrático
Federal, elaboró una
propuesta de Constitución Confederal de España en la asamblea que celebraron
en Zaragoza en
junio de 1883,
siguiendo el modelo cantonal de la I República. Cada una de las diferentes Repúblicas
que se confederarían en España debería tener su propia constitución. Así, los
republicanos federales andaluces, reunidos en Antequera entre
el 27 y el 29 de octubre de 1883, aprobarían el proyecto de pacto federal de los
cantones andaluces, conocido como Constitución Federal de 1883 o
Constitución de Antequera que, inspirado en la filosofía
de Pi y Margall y dentro de los planteamientos
del proyecto
constitucional de 1873, proclamaba el Estado
Andaluz integrado en la República Federal Española.
Sirvió de base al regionalismo andaluz en el Congreso de Ronda de 1918 y en
la posterior Asamblea de Centros Andaluces de 1919 en Córdoba.
Pero volviendo a Pi y Margall escritor, entre sus obras destaca
los “Recuerdos y bellezas
de España”, una valiosa colección de historia regional y local, considerada
como una de las obras cumbres del
romanticismo español, que constituyó un hito importante en la historiografía
artística de nuestro país.Terminado el volumen de Cataluña continuó con el de
Andalucía. Esta obra no llegó a terminarla por la denuncia interpuesta por la
Jerarquía católica a su libro la “Historia
de la pintura”, acusada de contener ataques al cristianismo. Pi y Margall
terminaría abandonando la redacción de “Recuerdos
y bellezas de España”. Su obra “Estudios sobre la Edad Media” también
llegaría a estar prohibida por la Iglesia católica española y no fue publicada hasta 1873.
Debido a ello, a Pi y Margall solo le dio tiempo de
escribir el primer capítulo de “Córdoba”,
obra continuada por Pedro de Madrazo y publicada en 1980 por ediciones El
Albir (Barcelona).
Después de siglo y medio se sigue negando la realidad
plurinacional del Estado. Se sigue condenando a los que se niegan al
pensamiento único del Estado-Nación español. Seguimos teniendo una monarquía,
seguimos padeciendo, en pleno siglo XXI, el nacionalcatolicismo, lo que
constriñe a que seamos un Estado, al menos, aconfesional. El Estado español no
acaba de soltar las amarras del viejo caciquismo que nos impide llegar a ser un
auténtico Estado Republicano, Federal y Laico, cuya base social sean los
derechos humanos.
Córdoba,
12 de octubre de 2019
Miguel Santiago Losada
Profesor
y miembro de ADA
Comentarios
Publicar un comentario