¡30 AÑOS DE VIDA!
A
Rafa, Inma y José Manuel
A las Comunidades Eclesiales de Base de América
latina.
A las Comunidades Cristianas Populares.
Hace 30 años
un grupo de jóvenes, movidos por los valores de un tal Jesús de Nazaret,
iniciamos lo que año más tarde sería la Comunidad Cristiana Popular “Sin
Fronteras”, los “Sinfron” como cariñosamente nos denominaban. Mayormente
jóvenes que finalizábamos nuestra etapa estudiantil en el Instituto y comenzábamos
los estudios universitarios. Casi todos proveníamos de barrios obreros de
Córdoba, de familias becadas con las que sus hijos pudiesen tener una formación
adecuada para afrontar el futuro con dignidad. Durante los primeros años fuimos
descubriendo que las Bienaventuranzas no eran un utópico mensaje irrealizable,
sino un testamento cargado de humanidad, a modo de anticipo de la declaración
universal de los derechos humanos.
Jesús, el gran profeta de su época, fue condenado a
muerte por los poderes establecidos, por su vida comprometida con los más
empobrecidos, despreciados y excluidos. Su opción de vida nos marcó el camino
para conseguir un mundo donde reine la utopía, quedando magistralmente recogido
en el pasaje del Evangelio de Mateo: “Venid,
benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la
fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me
disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me
cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mt
25, 34-36). Una utopía no confundible con la falacia. La utopía es alcanzable,
la falacia niega la vida y el mensaje de Jesús. Precisamente a lo largo de
estos 2000 años de la era cristiana demasiadas personas de las que dicen seguir
a Jesús de Nazaret, y lo que es aún más grave hablan y enseñan en su nombre,
han tergiversado su vida haciéndonos creer que Jesús fue un simple “cordero
sacrificado para expiar nuestros pecados”, lo que ha servido de discurso para
ir vertebrando una institución eclesial a través de una casta sacerdotal cada
más vertical, excluyente y que le da las espaldas al Evangelio. Una casta que
la historia nos desvela que no le ha temblado la mano a la hora de matar,
excomulgar, explotar, abusar… Recogieron el testigo de los sacerdotes del
Templo de Jerusalén para enriquecerse y empoderarse llenándolo de cambistas,
mercaderes y comerciantes, a los que Jesús se enfrentó acusándolos de haber
convertido la casa de su Padre en una cueva de ladrones (Jn 2,16).
Los “Sinfron” aprendimos bien ese mensaje, ese
estilo de vida, y pronto nos pusimos manos a la obra denunciando y
comprometiéndonos con lo más cercano: nuestra tierra andaluza en la que más de
un 30% de sus gentes está empobrecida a causa de una injusticia larvada a lo
largo de los siglos y de una Administración pública que, después de 35 años, no
ha desarrollado una suficiente política social que termine con esta lacra. Además
de no olvidar la denuncia a una Jerarquía católica amante del dinero, de los
grandes boatos y responsable de un nacionalcatolicismo que fue el sustento
doctrinal de la etapa más cruel que hemos vivido en el siglo XX, el franquismo.
Aún quedan todavía reminiscencias de ese tenebroso pasado cuando vemos las
procesiones rodeadas de militares, armas, himnos nacionales y banderas rojas y
gualdas. Recuerdo cuando a principios de los años 90 salíamos con nuestras
pancartas y octavillas a denunciar tanta hipocresía que nada tienen que ver con
los valores evangélicos. Valores del
Evangelio que si supo apreciar el Papa Juan XXIII a través del Concilio
Vaticano II. En aquellos años fuimos el único colectivo que nos atrevimos a
denunciar el omnímodo poder de la iglesia de Córdoba al poseer la segunda Caja
de Ahorros de Andalucía, Cajasur. Como un pequeño David levantamos nuestra voz
contra el Cabildo catedral de Córdoba, verdadero poder fáctico de la ciudad,
que ejercía su poder absolutista a modo
de nobles feudales que hacían de Córdoba una ciudad medieval sometida a su
señor.
Nuestra experiencia en América Latina, con las
comunidades de Perú y el Salvador, nos hizo comprender aún más el verdadero
espíritu evangélico de las mujeres y hombres de estas tierras hermanas,
mostrándonos la cruda realidad de la historia de una América que no fue
descubierta, sino invadida, saqueada, aniquilando sus culturas. Nos hicieron
ver que el mal denominado descubrimiento de América nada tuvo que ver con un
encuentro de civilizaciones sino con la imposición de la cristiandad, que se
creía única y verdadera y que había puesto las bases, primero en España,
expulsando y aniquilando a todo lo que fuese diferente: judíos, musulmanes,
humanistas…; y, posteriormente en América, llegando a la aberración de hacer
creer que las personas de esta tierra no tenían alma como denunció Fray
Bartolomé de las Casas. La cruz convertida en espada, una vez más, fue la gran estratagema para ir forjando un
mundo al servicio de los que profanaban el nombre de Dios. Fueron estos/as
hermanos/as los/as primeros/as en apadrinar nuestra comunidad, después serían
las comunidades cristianas populares de Andalucía las que nos acogerían,
brindándonos todo su cariño y apoyo. Los nombres de allá: Oscar Romero, Pedro Casaldáliga, Ignacio Ellacuría,
hermana Elvira, Gustavo Gutiérrez, Helder Cámara, hermana María Huarancca…, se
irían mezclando con los de acá: Diamantino García Acosta, Pilar Traver, Pepe
Castillo, Lorena, Ignacio Molina, Mari Luz, las mujeres y hombres de las
comunidades cristianas populares de Andalucía y del resto del Estado, la Peri
de Alicante, Lolina, Carmen García, religiosas en barrios, Enrique de Castro,
Enrique M. Reguera, Julián Ríos…
Conforme pasaban los años nuestro compromiso iba
creciendo, de catequistas de grupos parroquiales pasamos a educadores de calle
de las zonas con mayor exclusión social, experiencia que nos condujo a
organizar la ONG “Asociación de educadores Encuentro en la Calle”; nos
implicamos con uno de los sectores más vulnerables de la mujer, la prostitución
que degrada y estigmatiza; militamos muy activamente en la Asociación Pro
Derechos Humanos de Andalucía, recogiendo el legado que nos ofreció Diamantino;
formamos parte del Comité de Solidaridad con América Latina; trabajamos en el
Consejo Local de la Juventud de Córdoba por una sociedad más participativa e
igualitaria; nos implicamos en las cárceles repletas de personas procedentes de
los barrios de exclusión social en las que continuamente se violan los derechos
humanos; alzamos nuestra voz contra las leyes injustas que condenan al
inmigrante a la ilegalidad, exclusión y
desprecio, lo que nos llevó a crear la Asociación Kala para acoger y ayudar a
jóvenes inmigrantes sin papeles; rechazamos la institucionalización que sufren
los/as niños/as retirados/as de sus familias por la Junta de Andalucía a causa
del empobrecimiento social que padecen.
Llegó un momento en el que nos planteamos tener
hijos/as y abrir nuestros propios hogares a los hijos de otras mujeres y otras
culturas, sintiéndolos y amándolos como nuestros. Hoy son hombres revestidos de dignidad y responsabilidad, lo que
nos enriquece mutuamente. En nuestras casas también está el recuerdo de todos
los que vivieron en ellas: Tito, Nöel, Juanito, Juanma R., Cheo, Susi,
Rafalito, Ismael, Charli, Juanmita… Nos alegramos, nos abrazamos y nos sentimos
cuando volvemos a vernos.
Este camino nos hizo madurar y sentirnos débiles.
Una fragilidad que se concretaba sobre todo en el descubrimiento de nuestras
carencias e imperfecciones, lagunas y defectos… Querer luchar por una sociedad
más justa no implicaba que fuésemos los mejores y, mucho menos, los perfectos.
En esta etapa de convulsiones, desapegos y alguna que otra ruptura conseguimos
madurar para vivir con los pies en el suelo, el corazón a la izquierda y el alma
de poeta, que sigue soñando y suspirando por un mundo donde, como decía Martín
Luther King, llegue el día en que “aprendamos a vivir juntos como hermanos”. Hoy
somos mujeres y hombres con nuestras profesiones, familias, compromisos e
inquietudes. Mujeres y hombres que seguimos sintiendo y pensando en un mundo
sin fronteras, en el que la justicia y la paz se vayan propagando como nuestro
saludable aceite de oliva. Un mundo donde llamarse Mohammed o Manuel, Samuel o Fátima, Florín o Indhira, Liberto o
Abril sea sinónimo de riqueza cultural. Una tierra donde las diferentes etnias
nos hablen de la riqueza genética. Una diversidad de lenguas, religiones,
tradiciones…, armonizada como una gran orquesta sinfónica en la que de cada
instrumento musical brota el milagro de conjugarse con los demás para conseguir
el más sublime de los conciertos.
Hoy las casa de nuestros hijos se visten de
diversidad, unas personas pueden ser africanas y otras europeas, unas personas
pueden ser musulmanes o ateas y otras cristianas o agnósticas… Mañana nuestros
nietos no estarán determinados por banderas y fronteras, su patria será el
haber conseguido que los derechos humanos lleguen a cualquier rincón del
planeta. Un mañana en el que ningún niño/a se muera por falta de alimentos o
medicamentos, ninguna mujer sufra de ablaciones o malos tratos, ninguna persona
sea considerada ilegal por venir de otro país, ningún hombre se sienta
patriarca de su clan porque sólo habrá iguales, ninguna religión se creerá
exclusiva y excluyente porque ya no modelarán a un dios a su imagen y
semejanza. Un mundo donde el agua corra libre pata todas las personas, un mundo
donde las energías sean alternativas y aseguren un futuro para la humanidad, un
mundo donde la economía sea instrumento de una política basada en la equidad
social.
30 años han sido como una semillita que ha germinado
en un pequeñito árbol. Seguimos… Al menos todos los días lo regamos para que
siga creciendo y, junto a otros muchos, formar ese maravilloso Edén aquí en la
Tierra.
Córdoba,
10 de abril de 2016
Miguel Santiago Losada
Miembro de la
Comunidad Cristiana Popular “Sin Fronteras”
Gracias, vuestro caminar ha sido y es luz que me guía en vivo, una opción de humanidad digna de creer en los demás. Os quiero siempre. Juanma rguez
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