Recuperar el sentido común
"Todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad y derechos y, dotados de razón y conciencia, tienen el
deber de comportarse fraternalmente los unos con los otros" (art. 1
Declaración Universal de los Derechos Humanos). Somos testigos de que el
asfalto de nuestras ciudades sostiene a cientos de personas subsaharianas que
se buscan la vida para subsistir: ofreciendo pañuelos en los semáforos a cambio
de alguna propina, ayudando a aparcar coches o vendiendo CD. Se trata de una
generación joven, preparada, educada y con ganas de trabajar. Desde 1999 vienen
arriesgando su vida para buscar en el "Primer Mundo" un futuro digno
para ellos y sus familias africanas. Miles de ellos han perecido trágicamente
en el intento. El Atlántico ahogó sus sueños y nuestras playas se limitaron a
recoger sus cuerpos sin vida.
Estamos viendo cómo los que llegan, salvo
excepciones, viven con el temor de ser detenidos por la policía por vender CD,
padeciendo una situación muy injusta por el sólo hecho de buscarse la manera de
subsistir. La calle les expone a la clandestinidad, les acecha el peligro de
ser detenidos en cualquier momento y, de esta manera, se les ingrese en un
centro de internamiento, se les abra expedientes de expulsión, se les
imposibilite el acceso a la obtención de documentación por arraigo con la que
podrían trabajar como bien saben o se les envía a la cárcel, recinto de paredes
opacas contra las que se dan de bruces.
Para los que se encuentren entre nosotros
habrá sido un respiro que la Audiencia Provincial de Córdoba se haya sumado a
una interpretación de la norma penal, que ya están aplicando otras audiencias y
que se decanta por absolver a las personas que venden en la calle
reproducciones no autorizadas de películas u obras musicales.
Qué le está pasando a esta sociedad que sigue
explotando los recursos de los países del sur condenando al hambre, las
enfermedades y las guerras a millones de seres humanos. Miles de ellos se verán
excluidos y criminalizados por atreverse a traspasar nuestras fronteras
buscando una vida digna.
Nuestra sociedad les niega hasta las migajas.
Les niega poder buscarse la vida con una venta ambulante que no es competitiva,
les niega el poder ejercer de artistas callejeros, les niega el poder repartir
cualquier tipo de propaganda con lo que se ganan unos eurillos, les niega hasta
la mendicidad. Es de desear que nuestro Ayuntamiento no tome nota del granadino
impulsando este tipo de medidas descerebradas.
Hace falta que recuperemos el sentido común,
lo cual pasa por derogar leyes de extranjería inhumanas, por eliminar
ordenanzas municipales que atentan contra la dignidad humana y por el deber que
tiene la ciudadanía de comportarse fraternalmente sobre todo con los más
excluidos y empobrecidos.
* Profesor y presidente de la Asociación KALA
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