CAMINO EQUIVOCADO
Los gobiernos de los llamados estados sociales y de derecho, en lugar de seguir políticas de populismo punitivo, deberían esforzarse por la educación en valores y la justicia social.
A pesar de que estamos custodiados por
cerca de 200.000 agentes, entre policía nacional, autonómica y guardia civil,
nos quejamos de la existencia de inseguridad, exigiendo más policía.
Las empresas de seguridad privada, más de
1.000 con 75.000 empleados, no dan abasto para que no quede una sola puerta por
guardar.
Las cárceles, sobre todo después del
endurecimiento del Código Penal, tienen el doble de personas presas que en
1990. En concreto, son 61.000 repartidas en 77 prisiones. El principal objetivo
de la política penitenciaria del Gobierno socialista es la construcción de 8
nuevas prisiones.
Los centros de reforma de menores albergan
a más de 700 chavales sólo en Andalucía, cifra que se verá incrementada tras el
endurecimiento de la ley de responsabilidad penal del menor.
Más de 3.000 policías vigilan los
alrededores de los centros escolares ante el temor de que el consumo de drogas
haga estragos en los niños y jóvenes menores de 16 años.
Entre la población civil circulan más de
7.500.000 armas de fuego, lo que hace que algunos se tomen la justicia por su
mano al igual que ocurre asiduamente en la "avanzada sociedad
americana".
¿Cómo es posible que con todo este sistema
de medidas penales y coercitivas tengamos la percepción de inseguridad ciudadana?
Me sorprenden las pancartas que señalan a los niños como asesinos, me preocupa
enormemente que el consumo de drogas afecte cada vez más a los menores, me
aterra la permisividad política y social ante un mercado que induce al odio, a
la violencia y a la agresividad de nuestros jóvenes. Nos deberían de preocupar
los casos de menores de familias "normalizadas" que apalean o
matan indigentes. Me llena de perplejidad que un elevado porcentaje de alumnado
de Educación Secundaria Obligatoria no consiga el título o abandone los
estudios. Lamento como en los últimos años no han bajado los índices de
empobrecimiento y exclusión social.
Ante esto me pregunto: ¿Son estas las
causas de la inseguridad ciudadana o son las consecuencias?, ¿de verdad
pensamos que multiplicando por dos o por tres las medidas penales y represoras
lograremos terminar con ella?, ¿no nos paramos a reflexionar que un alto
porcentaje de personas presas, de chavales en centros de reforma, de personas
dedicadas al menudeo y consumo de drogas son las primeras víctimas de este
sistema demencial?
Los gobiernos de los llamados estados
sociales y de derecho, en lugar de seguir políticas de populismo punitivo,
deberían de esforzarse por la educación en valores de su ciudadanía y por la
implantación plena de la justicia social. De esta manera, podríamos aspirar a
conseguir una sociedad verdaderamente segura, basada en los principios de los
derechos humanos. De lo contrario, a penas más duras, mayor ambiente de
inseguridad.
No tiene sentido que el setenta por ciento
de las personas presas lo estén por delitos contra la salud (consumo y tráfico
de drogas) o contra el patrimonio, muchas veces ambos delitos asociados. ¿No
sería más lógico cambiar la actual política sobre drogas que genera un gran
destrozo social y un mayor enriquecimiento del narcotráfico?
Por otra parte, la ciudadanía debería
desarrollar la cultura de la corresponsabilidad social que garantice la
cohesión social, huyendo de los postulados que fomentan el miedo, el ambiente
de inseguridad y las actitudes xenófobas.
*Coordinador del Area de Marginación de la APDH-A
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