EDUCAR, IGUALAR EN DERECHOS

En muchas ocasiones tenemos la impresión de que nuestros niños y jóvenes se nos escapan, no sabemos a dónde, pero parece que se nos fueran de las manos.
Tienen bastantes posibilidades de que no encuentren referentes que les aporten valores éticos frente a una calle y unos medios audiovisuales cada vez más impersonales y violentos. Estas situaciones les generan unas conductas que más tienen que ver con la de los autómatas que con las de un ser humano. Nuestros chavales, o bien, pasan mucho tiempo con los videojuegos, ordenadores, viendo películas, generalmente violentas, o bien, la esquina de la calle les invita, en ocasiones, a un "colegueo" para iniciarse tempranamente en el mundo de las sustancias que les podrá empujar, ¿quien sabe?, a sumergirse en falsos mundos mágicos e imaginarios que les lleve a conductas asociales. Ello está provocando que salten las alarmas en los juzgados de menores, ante las crecientes denuncias a menores, cada vez más de la clase media y acomodada, y tal vez, porque cuando nos buscan no nos encuentran y tienen que buscar sustitutivos o tienen que hacerse notar de alguna manera. Otros caerán en enfermedades psicóticas, depresiones, anorexias, bulimias... que no son más que el resultado de una falta de atención adecuada a sus necesidades psicoafectivas y sociales por parte, principalmente, de su familia, y tienen que buscar sustitutivos o hacerse notar, gritar que existen, a veces en actos que jamás podríamos imaginar. Ni que decir tiene que este panorama no se puede generalizar, pero podemos observar como nos va ganando terreno en nuestra sociedad.
De ahí, que no sea extraño que últimamente las carteleras de los cines anuncien películas que invitan a la reflexión social, al análisis de la fragilidad humana, a la preocupación por la protección de los niños y adolescentes, a que se nos remuevan las entrañas, lo más maravilloso y genuino del ser humano. Tampoco es de extrañar la aparición del movimiento multicolor por otra globalización, fundamentalmente juvenil, que es una manera clara y directa de decir no a este mundo vacío de valores.
Son muestras esperanzadoras de que algo se está moviendo. ¿Qué lugar ocupa la escuela?
Ya veíamos venir la complejidad de esta realidad social. Fuimos asumiendo, con bastantes dosis de resignación, el ser más cuidadores que transmisores de conocimientos, incluso han aparecido recientemente nuevos sindicatos que reivindican esto último. Muchos creemos en el espíritu de la Logse, una ley que contempla esta nueva realidad social y que quiere dar respuesta a la diversidad de chavales que llegan a nuestros centros educativos. Los recortes presupuestarios y la ideología cada vez más conservadora dificultan poner en práctica nuevas mediaciones, programaciones, proyectos, actividades para formar a nuestro alumnado. Sentimos y sufrimos un desgaste y una desesperanza en los claustros de profesores ante una compleja realidad que nos descoloca e incluso nos hace refugiarnos en la parte más penalizadora de la carta de derechos y deberes del alumnado, ante la tremenda impotencia que muchas veces sufrimos.
A pesar de los pesares y de las dificultades, quedan ganas, ilusiones y esperanzas. Esto conlleva la aparición de grupos de trabajo de maestros y profesores que buscan conjuntamente fórmulas y planteamientos que den respuesta a la diversidad. De todos modos, no olvidemos que la escuela no tiene la varita mágica. Difícilmente podrá sustituir a la familia, ambiente social más próximo... La escuela sólo completará la educación.
Sin embargo, la escuela tiene mucho que hacer y decir en este momento. Tenemos que esforzarnos por recuperar, sobre todo los maestros y profesores, la esperanza de que otro mundo es posible y sólo desde ahí, desde esa escala de valores, que nos hace ser referentes para nuestros chavales, enseñar matemáticas, lengua, naturales, sociales...
Sólo si recuperamos la consciencia de la importancia de nuestro papel en la sociedad, podremos desarrollar esa maestría a la que Gabriela Mistral nos invita: "Educar el lo mismo/ que poner un motor a una barca.../ hay que medir, pesar, equilibrar.../ ...y poner todo en marcha. Pero para eso/ uno tiene que llevar en el alma/ un poco de marino... un poco de pirata.../ un poco de poeta... Y un kilo y medio de paciencia concentrada./ Pero es consolador soñar mientras uno trabaja,/ que ese barco, ese niño/ irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío/ llevará nuestra carga de palabras/ hacia puertos distantes, hacia islas lejanas. Soñar que cuando un día/ está durmiendo nuestra propia barca,/ en barcos nuevos seguirá/ nuestra bandera enarbolada".
Tenemos el enorme deber de ser constructores de la futura sociedad donde los derechos humanos sean una realidad.


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