MUSTAFÁ Y AARÓN
Dos niños
abrazados caminan con las cabezas agachadas. Mustafá se cubre la cabeza con la
Kufiya o pañuelo palestino, Aarón va con la kipá o solideo judío. Están
aterrados por las muertes y el terrible sufrimiento que asolan sus pueblos. Caminando
hacia la casa de Myriam, amiga de ambos de familia cristiana, escuchan la
canción Por cada muro un lamento del
cantautor uruguayo Jorge Drexler: Yo soy un moro judío que vive con los
cristianos. No sé qué dios es el mío, ni cuáles son mis hermanos (…).
A 4.000 km de
Oriente Medio, Humza Yousaf, musulmán y primer ministro de Escocia, en una
sinagoga de Giffnock manifestaba su dolor por las muertes ocurridas por Hamás y
el Gobierno israelí. Proclamaba que “vuestro corazón roto es mi corazón roto, vuestra
pérdida es mi pérdida, vuestras lágrimas son mis lágrimas. Ningún niño debería
ser asesinado por su ciudadanía, o por cualquier otra razón”.
La ONU
denunciaba que “no hay suficientes bolsas para cadáveres en Gaza”. La brutal reacción
del Gobierno israelí al sangriento y despiadado atentado de Hamás ha causado
hasta el momento más de 30.000 muertes, casi la mitad niños, cerca de dos
millones de desplazados, cincuenta mil mujeres embarazadas sin servicios
básicos, miles de desaparecidos bajo los escombros. Por si fuera poco, tuvo
lugar la matanza de 500 personas, provocada por el bombardeo al hospital cristiano
de Gaza, el más mortífero de los ataques ocurridos en centros de salud desde
que Israel está bombardeando Gaza, según OMS.
La respuesta
del Gobierno israelí al atentado de Hamás va mucho más allá de la Ley del
Talión: “los mil ojos por uno y los mil dientes por uno”. ¿Cómo se puede
responder a un atentado terrorista con una masacre al pueblo de donde proceden
los terroristas? A todas luces el ultraderechista Gobierno de Israel se salta
todos los convenios internacionales con la venia de EE.UU. y la UE. ¿Desde 1948
no han tenido tiempo de crear el Estado Palestino que termine con tanto
sufrimiento y matanzas? Queda claro que los interese geoestratégicos y
económicos valen muchísimo más que los dos millones de personas hacinadas en
Gaza. ¿Cuántas muertes tiene que sufrir el pueblo palestino para terminar con
esta situación? ¿Cuántas muertes tiene que sufrir el pueblo israelí para acabar
con estos atentados criminales?
Es muy importante la memoria histórica para tener
una acertada opinión. Los orígenes del llamado conflicto palestino-israelí ahondan
sus raíces a finales del siglo XIX cuando el movimiento sionista comienza con
la colonización de Palestina. El periodista judío Theodor Herzl fundó el
movimiento para crear el Estado israelí barajando, antes que Palestina, otros
lugares como la Península del Sinaí u otros países africanos, incluso Argentina.
La religión fue la excusa para poner la mirada en Palestina, que la fueron
colonizando, apropiándose del territorio gradualmente. Esta estrategia fue favorecida
por el Reino Unido que, una vez terminada la Primera Guerra Mundial, se reparte
el pastel de la región del Sham (la Gran Siria) con Francia, adueñándose de
Jordania, Iraq y Palestina. La colonización inglesa, a través de la declaración
de Balfour de 1917, se comprometió a construir “un hogar judío en Palestina”.
Durante más de un siglo se ha ido reemplazando a la población palestina por la
población colona emigrada. La ONU en 1948 acabaría otorgándole el 55% del
territorio al Estado judío, pese a que la población seguía siendo
mayoritariamente árabe (musulmanes y cristianos) y a que la población judía no
llegaba a poseer el 6% de la tierra. Alrededor de un millón de palestinos
fueron expulsados de sus casas y de sus tierras. La Palestina histórica quedaría
reducida a Cisjordania y la Franja de Gaza, dos millones de habitantes en tan solo
360 kilómetros cuadrados.
Hay que apostar por terminar con esta espiral de
violencia. Los palestinos tienen derecho a vivir en su tierra, a tener su
propio Estado. Hay que decir basta ya a que los colonos israelitas sigan
invadiendo al pueblo palestino lo poco que les quedó después de la constitución
del Estado de Israel. De momento, abrir el corredor humanitario, garantizar el
funcionamiento de los servicios básicos, como los hospitales, y parar la
masacre de tantas muertes de inocentes.
“No hay muerto que no me duela. No hay un
bando ganador. No hay más que dolor. Y otra vida que se vuela” (Jorge
Drexler).
Córdoba,
marzo de 2023
Miguel Santiago Losada
Profesor y escritor
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