¿Andalucía, a verlas venir?


A mucha gente de Andalucía le alegra saberse de esta tierra, que se antoja como una vieja barca marinera anclada en el extremo del Mediterráneo, con una airosa proa abierta al inmenso océano Atlántico. Las personas que sienten Andalucía son descendientes de una tierra preñada de la luminosidad del Mediterráneo en la que han recalado todas las civilizaciones paridas por este mar. La manera de ser andaluz se debe a esta miscelánea de pueblos y culturas que la moldearon a lo largo de los siglos, haciendo vivir y ver la vida de otra manera. Andalucía enseña a degustar la riqueza natural de su tierra, la gran despensa gastronómica, haciéndola merecedora del calificativo patrimonio de la humanidad por aportar una dieta rica y saludable.

Hay mucha gente andaluza orgullosa de haber nacido en este fecundo rincón del mundo donde floreció la cultura autóctona tartésica. Platón ya mencionaba a Tartessos como la Atlántida. Es, junto con la civilización egipcia, la tierra más densa en arqueología. Tuvo que ser un alemán, Schulten, quien nos dijera que Tartessos no es un cuento mítico, ya que existe y está bajo nuestras grandes ciudades. Pensar que Córdoba como fundación romana surgió de la nada es una incorrección histórica. Bajo Cádiz, Sevilla, Córdoba… está Tartessos, tierra abonada para el florecimiento de la sociedad y la cultura andalusí, que hizo de Andalucía una de las naciones más prósperas del mundo.

En Andalucía se piensa y se habla en andaluz, una variedad lingüística de la lengua castellana influenciada por la aljamía, escritura romance con caracteres árabes , habladas por los andalusíes durante la época de al-Ándalus.[] Sus habitantes sienten que no hay lugar en el mundo donde se celebre la primavera como en Andalucía. Las fiestas pagano-religiosas ancestrales se suceden a lo largo y ancho de esta tierra para deleite de los sentidos. Andalucía es un lugar mágico donde se percibe el quejío de algún cantaor flamenco al compás del rasgueo de una guitarra, se saborea la rica gastronomía, los ojos se llenan de luminosidad, se siente “la calor” y se recuerdan los olores de las madres cuando acurrucaban a sus retoños, recostadas en las mecedoras, susurrándoles alguna nana o copla, desprendiendo aromas de azahar y jazmín.

                Andalucía, sin embargo, presenta a su vez la cara de la desigualdad y el empobrecimiento social, los llamados “dolores” por el padre de la patria andaluza, Blas Infante. Las soluciones a estos problemas que padece Andalucía vendrán de la mano de la unión, el esfuerzo, las reivindicaciones y las denuncias. Llegarán cuando Andalucía no se deje exprimir por economías exógenas que explotan nuestros recursos enriqueciendo otros lugares, y no permita convertir nuestros ricos suelos en estercoleros tóxicos o nucleares. Se harán realidad cuando los impuestos de las grandes corporaciones que operan en Andalucía redunden en nuestros pueblos y ciudades.

                Andalucía se desangra con políticas privatizadoras de la sanidad y cerrando aulas en la educación pública. Y mientras sus mejores talentos se marchan a otros países, aumentan las bolsas de empleos precarizados y de personas trabajadoras pobres o paradas en riesgo o situación de exclusión social. La consecuencia de ello es la constante pérdida de población que, provincias como Córdoba, viene sufriendo desde hace una década.

                Una tierra diversa y rica, culta y humana, es utilizada de frontera en contra de los más débiles provenientes del hambre y de las guerras, además de armarla hasta los dientes para servir de escudo a los intereses de potencias extranjeras que están a centenares o miles de kilómetros.

                ¿El próximo 19 de junio Andalucía estará en actitud de verlas venir o exigirá la unión de su parlamento y su gobierno autonómico para que esté al servicio de los intereses de sus gentes, pueblos y ciudades? Solo se podrá hacer con decisiones que tengan en cuenta las necesidades de esta tierra y no de intereses ajenos a ella, ya sean partidistas o económicos. Solo se podrá hacer apostando por la igualdad y la justicia social de sus gentes, sin medias tintas, sin bañarse y guardar la ropa, cumpliendo los programas electorales que favorecen la promoción de su ciudadanía.  Solo se podrá hacer si los dirigentes políticos salidos de las urnas están al servicio de lo público y no de los intereses privados. Solo se podrá hacer con una política que desarrolle un “sistema inmunológico” contra los virus de la xenofobia, la misoginia, la aporofobia y cualquier tipo de exclusión, desarrollando un cordón sanitario contra cualquier política dispuesta a empobrecer aún más a la población más vulnerable y retroceder en los derechos humanos.

Solo se conseguirá una Andalucía más justa e igualitaria si su ciudadanía exige a los partidos que la representan que la amen y la defiendan, ya que “no se puede amar lo que no se conoce, ni defender lo que no se ama”.

                                                                       Córdoba, 10 de mayo de 2022

                                                                           Miguel Santiago Losada

                                                                                Profesor y escritor

               

               

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