CÓRDOBA, EN ESPERA
Entramos
en un nuevo año y las cifras siguen siendo desfavorables para Córdoba. Si
hacemos un estudio de la población (INE, 1 de enero 2020), Córdoba es la
capital con más de 300.000 habitantes que menos ha crecido, con solo un 0.1%.
Madrid y Barcelona se llevan el ranking con el 2.1% y 1.7%, respectivamente,
seguidas por Palma de Mallorca (1.6%), Murcia (1.3%), Bilbao y Zaragoza (1%),
Alicante (0.8%), Valencia y Málaga (0.7%), Sevilla (0.4%) y Las Palmas de Gran
Canaria (0.3%). Si tenemos en cuenta las capitales andaluzas, excepto Cádiz y
Jaén, que ha decrecido su población, el resto alcanzan mejores resultados que
Córdoba. La capital almeriense crece un 1.4%, seguida por Málaga (0.7%),
Granada (0.5%), Sevilla (0.4%) y Huelva (0.2%). Incluso Lucena, la población
con más habitantes de la provincia, ha crecido un 0.3%.
¿Qué
le pasa a Córdoba, que abarcando un área de influencia comercial cercano al
millón de habitantes, considerando municipios colindantes con su provincia, no
es capaz de crecer? La respuesta es meridianamente clara, arrastra
desmantelamiento industrial, un paro y un empobrecimiento social de tal calibre
que a duras penas puede mantenerse. Sin embargo, con datos socio-económicos parecidos
a los de Córdoba vemos cómo otras capitales y ciudades con más de 100.000
habitantes en Andalucía ven aumentar el número de sus vecinos en un porcentaje
muy superior al de la capital cordobesa. ¿Existe entre la población menos
confianza, menos amor propio, más apatía, peores administradores públicos?
Poseemos
un lugar privilegiado para las comunicaciones, tenemos una ciudad declarada por
cuatro veces patrimonio de la humanidad, alcanzamos un buen nivel sanitario y
universitario, contamos con uno de los municipios más extensos de todo el
Estado para que puedan instalarse grandes empresas… ¿Acaso no cree la
ciudadanía cordobesa en sus propias posibilidades, no valora sus potencialidades?
¿Arrastra Córdoba un cierto complejo que la inmoviliza? Un ejemplo de ello es
considerar a Córdoba una ciudad pequeña, coletilla que suele utilizarse con
frecuencia: “Córdoba es muy chica”. Somos la tercera capital de Andalucía y la
duodécima de España en población de ocho mil municipios. Sin embargo, el
calificativo chica referido a nuestra ciudad está siempre presente. Podríamos
preguntarnos qué es lo verdaderamente chico, las ambiciones, las ganas de
crecer, no tener unos objetivos lo suficientemente amplios como comunidad
¿Acaso está Córdoba representada en la agenda de las principales administraciones
de este país acorde a su tamaño? Habría que realizar un estudio exhaustivo en
los últimos veinte años de la proporcionalidad en las inversiones públicas
según el número de habitantes. Es muy evidente como, por ejemplo, Sevilla y
Málaga, doblando o casi doblando a la capital cordobesa en población, han
recibido mucho más del doble que Córdoba en inversiones. Mientras se construían
metros, tranvías, se renovaban puertos y se ampliaban aeropuertos, Córdoba no
veía más que maquetas u obras a medio hacer, con unos presupuestos menos
millonarios que los de las capitales hermanas.
De
toda esta situación, ¿a quién pedimos responsabilidades?, ¿qué porcentaje
corresponde a la ciudadanía, a las autoridades locales, a las autonómicas y
estatales? Pasan los años y ni siquiera se ponen en marcha proyectos que
incluso cuentan con unas buenas infraestructuras como la red ferroviaria. ¿A
qué se espera para poner en marcha los cercanías en la provincia para que
incluso lleguen a municipios como Peñaflor y Andújar? ¿A qué se espera para
poner en valor el aeropuerto de Córdoba? Posiblemente sea la única ciudad
europea con más de 300.000 habitantes que no cuente con vuelos comerciales. ¿A
qué se espera para terminar las rondas cordobesas que faciliten el tráfico
urbano, industrial y comercial? ¿A qué se espera para poner a Córdoba en el
lugar que le corresponde por sus potencialidades, población e historia?
Córdoba,
20 de enero de 2021
Miguel Santiago Losada
Profesor y escritor
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