Un viaje de ida y vuelta
Desde que llegaron las
tropas cristianas a Córdoba, encabezadas por el rey Fernando III, la Mezquita
Aljama de la ciudad, la gran Mezquita de Córdoba como la ha denominado
recientemente la Unesco, se libró de la destrucción, desde un primer momento,
por diferentes causas. Una de ellas fue la admiración que suscitó su enorme
belleza. Otra, el pueblo de Córdoba, que procedente de un mestizaje tanto
genético como cultural siempre la sintió suya y siempre se mostró celoso ante
cualquier intento de eliminarla, como desgraciadamente ocurrió con las demás
mezquitas-aljamas de las ciudades más importantes de al-Andalus. Por otra
parte, los reyes cristianos, entre ellos Alfonso X el Sabio ,
contribuyeron a su protección y conservación como así muestran al respecto dos
disposiciones dadas por él: la primera refiere que la totalidad de las iglesias
del obispado de Córdoba contribuyan a reparar las techumbres de la mezquita
(año 1261) y la segunda exhorta a que todos los albañiles y carpinteros
"moros" cordobeses se empleen de grado o por fuerza dos días al año
en obras de conservación de la misma, devengando únicamente la comida (año
1263). De esta manera, hasta mediados del último tercio del siglo XV el
monumento apenas cambió de fisonomía, debido a que, en las contadas reformas o
aditamentos de que fue objeto, prevaleció el criterio de dañarlo lo menos
posible.
A partir del siglo XV
los papas, en su afán de conseguir dinero para llevar a cabo sus grandes
construcciones, desarrollaron una política de indulgencias que les permitía
financiar basílicas como, por ejemplo, la de San Pedro. Esta fiebre
constructiva se irá transmitiendo por toda Europa. Un caso muy cercano lo
tenemos con la Catedral de Sevilla, levantada en el solar de la
mezquita-aljama, de la que quedó su majestuoso minarete. A Córdoba también
llegó este fervor constructivo. La primera gran intervención vendrá de la mano
del obispo Iñigo Manrique, quien, en 1489, decide acometer la transformación de
la Mezquita en una auténtica iglesia cristiana. La reina Isabel la
Católica solo le permite desmontar las columnas del templo musulmán
que se correspondían con las cinco naves de la actual Capilla de Villaviciosa.
Este espacio se convertiría en la primera Catedral de Córdoba. Posteriormente,
entre 1523 y 1607, el monumento sufrió su mayor mutilación, al hacerse las
obras de la actual Catedral, lo que supuso el derribo de unos 1.500 metros
cuadrados de la Mezquita. Esta nueva construcción provocó las iras del pueblo
de Córdoba y de su cabildo municipal, encabezado por el corregidor Luis de la
Cerda, contra el obispo Alonso Manrique, promotor de la nueva Catedral.
Con la llegada de la
Ilustración en el siglo XVIII comenzó a estimarse de nuevo la arquitectura
antigua del monumento. El obispo Martín Barcia Carrascal mandó restaurar la
cúpula del mihrab entre los años 1771 y 1772. Entre 1815 y 1818, bajo el
episcopado de Pedro Antonio Trevilla Bollaín, se desmontó el retablo que venía
cubriendo desde 1368 el nicho del mihrab, y se rehizo parte del mosaico que lo
decora. Más tarde, se puso al descubierto el dovelaje de las arquerías de las
naves, antes blanqueadas, se desmanteló la Capilla de Villaviciosa y se comenzó
a restaurar la qubba sobre la que se erigió.
En 1882, en este
"viaje de vuelta", la Mezquita fue declarada monumento nacional y el
Estado puso al frente de la misma al arquitecto don Ricardo Velázquez Bosco con
la misión de conservarla y restaurarla. A partir de 1923 Félix Hernández
Giménez continuaría tales trabajos. Desde entonces se han venido desarrollando
importantísimos trabajos en el monumento que permiten a quien lo visita
formarse una idea bastante clara y exacta de lo que era la gran aljama de
Occidente en su estado originario, y de lo que se le fue adicionando en el
transcurso de los siglos.
Nunca nos hubiésemos
imaginado que este "viaje de vuelta" se pretenda frustrar en pleno
siglo XXI y en un Estado democrático y aconfesional. Los diferentes trípticos
del obispado publicados a partir del año 1998, la inmatriculación del monumento
en el 2006 y el cambio de nombre en toda la cartelería del monumento en el 2010
son la mejor síntesis de un nuevo viaje de ida, que si bien no puede destruir
materialmente la Mezquita-Catedral, sí pretende aniquilar su esencia, su
historia y su simbología, como síntesis de arquitecturas, culturas y
religiones.
* Asesor de la Cátedra Intercultural de
la UCO, portavoz de la Plataforma 'Mezquita-Catedral, patrimonio de todos/as' y
miembro de Comunidades Cristianas Populares de Andalucía
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