Negar la historia de Córdoba
Desde que tengo uso de
razón he escuchado y utilizado indistintamente los términos Mezquita, Catedral
y Mezquita-Catedral. Cuántas veces he oído decir a mi padre "vamos a la
Mezquita", o a mi madre "vamos a la Catedral para ver salir el Corpus".
Con el tiempo nuestras calles se fueron llenando de rótulos de
Mezquita-Catedral para indicar la dirección del monumento. Desde los inicios
del actual siglo y con la llegada de nuevos prelados, la Mezquita-Catedral de
Córdoba ha ido sufriendo un encorsetamiento cada vez mayor: control de los
guías turísticos, llamadas de atención a cualquier ciudadano por el hecho de
enseñar el monumento a familiares o amigos, falta de transparencia en la
gestión económica, etc. Este proceso tuvo su máxima expresión en el año 2010 cuando
apareció sólo el nombre de Catedral de Córdoba en toda la cartelería del
monumento.
De esta manera, se le
niega al monumento su universal nombre de Mezquita, que fue como la Unesco lo
inscribió en su catálogo de monumentos mundiales ("The Mosque of Córdoba /
La Mezquita de Córdoba", Buenos Aires, 2 de noviembre de 1984), así como
su nombre oficial, el de Mezquita-Catedral, acordado unánimemente en 1994 por
el pleno municipal. Esto es sólo la punta del iceberg de las decisiones que el
Obispado ha ido tomando de cara a darle a la Iglesia un protagonismo tan
exclusivo y a la vez tan excluyente del monumento. Tales actuaciones van
encaminadas a cambiar la esencia misma del edificio, su código genético, su
carácter simbólico de interculturalidad y de interreligiosidad. Córdoba no se
puede entender sin su Mezquita y la Mezquita no se puede entender sin Córdoba.
Es más, negándole el nombre al monumento se le está negando la historia a
Córdoba.
Lejos queda aquel 2 de
abril de 1978 cuando Antonio Gala dio el discurso de apertura del Congreso de
Cultura Andaluza en la Mezquita-Catedral de Córdoba finalizado con un sonoro:
¡Viva Andalucía viva! Tras este evento comenzaría todo un largo rosario de
vetos. Noticia internacional fue la negación que se le hizo a Yehudi Menuhin,
el mejor violista del mundo, o la prohibición de rodar la película "El
reino de los cielos". Reiteradamente se ha ido censurando cualquier acto
cultural que no tuviese contenidos religiosos o morales acordes con la Iglesia
católica. En el año 2010 se inaugura el "Alma de Córdoba, visita nocturna
a la catedral". El Obispado le gana la partida al Ayuntamiento al imponer
unos contenidos marcadamente catequéticos en el texto del audiovisual.
El 2 de marzo del 2006
fue una fecha decisiva: el Obispado inmatriculó la Mezquita-Catedral en el
Registro de la Propiedad como "Santa Iglesia Catedral de Córdoba". El
Obispado alegó, como título justificativo para hacerla suya al 100%, la
"toma de posesión" (que no de propiedad) dispuesta por el monarca
Fernando III en 1236. El pueblo de Córdoba ha defendido a lo largo de los
siglos su Mezquita. Fue el principal valedor para que el obispo no la derribase
en el siglo XVI y construyera en su lugar una catedral, como ocurrió en
Sevilla. Ahora el pueblo de Córdoba se enfrenta a otro reto de vital
importancia para que la Mezquita-Catedral no solo la sienta suya, sino que la
haga suya. La Plataforma "Mezquita-Catedral de Córdoba, patrimonio de
todos/as" está poniendo toda el empeño para que esto sea posible. A través
de Change.org, más de 80.000 personas ya han mostrado su apoyo a las peticiones
que plantea la plataforma: que deje de emplearse institucionalmente el término
Catedral para referirse a todo el monumento, el reconocimiento jurídico de su
titularidad pública, la gestión pública y transparente de la Mezquita-Catedral
y la redacción de un Código de Buenas Prácticas.
De la implicación de
la Junta de Andalucía y la Unesco dependerá que Córdoba no pierda la
posibilidad de que la Mezquita-Catedral sea de la ciudadanía y no propiedad del
Obispado.
* Portavoz de la Plataforma ciudadana
"Mezquita -Catedral, Patrimonio de todos/as"
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