El nazareno, un hombre justo
Es muy loable la respuesta que da mucha gente a las llamadas de las ONG,
colectivos, asociaciones,... para recoger alimentos, juguetes, ropa para las
personas que están sufriendo la terrible situación social causada por la
economía neoliberal y permitida por los gobiernos democráticos de la Unión
Europea.
Es muy loable todo tipo de medidas emanadas por las instituciones públicas
que vayan encaminadas a pagar la luz y el agua de las personas que no pueden
hacerlo, dar una bolsa de alimentos a los niños de los colegios que pasan
hambre, o cualquier otro tipo de actuaciones paliativas que pretendan mitigar
las difíciles situaciones que atraviesan miles de familias.
Es muy loable todo tipo de campañas en estas fiestas que remueven lo mejor
de nuestras entrañas, en las que todas las personas estamos más sensibles con
lo ajeno.
¿Quién no ha dado un kilo de arroz, algún juguete usado en buen estado,
algún euro al chavalito negro del semáforo o a los nenes que con sus panderetas
nos cantan algún villancico con el que se buscan la vida,...? Hay personas que
van más allá colaborando en los comedores populares, en el reparto de
alimentos, haciendo colectas para los más necesitados...
Sin ninguna duda hay mucha buena gente. Gente sensible, amable, dispuesta a
tender la mano para mitigar el sufrimiento; gente que va más allá de no matar,
no robar o no mentir. Sin embargo, podemos preguntarnos si se puede dar un paso
más.
El 24 de diciembre, a las doce de la noche, celebramos el nacimiento de un
niño de oriente que llegó al mundo hace más de dos mil años. Un niño pobre, sin
hogar, sin apenas con qué vestirse y posiblemente tiritando de frío. A ese niño
los pastores y los reyes de oriente le llevaron comida, regalos, le dieron
calor humano y acompañaron a su padre y a su madre, que se sentían extraños
fuera de su tierra. Sabemos que Jesús de Nazaret no nació en su pueblo. Era un
inmigrante sin papeles como su padre y su madre. Recordemos que, precisamente
cuando iban a empadronarse, a María de Nazaret le sorprendió el parto.
Este niño fue creciendo y vio la dura realidad de su gente: una gran
mayoría de personas empobrecidas, carentes de todo y sometidas a un poder que
machacaba y menospreciaba al pobre y enaltecía a la minoría de ricos, muchos de
ellos corruptos, sanguinarios, asesinos.
El niño se hizo hombre y dio a conocer su programa de vida, las
bienaventuranzas, y compartió su vida con los más necesitados. Hasta aquí,
Jesús de Nazaret fue muy buena gente. Pero dio un paso más: se enfrentó con los
poderosos que oprimían, que violaban los derechos humanos. Jesús se manifestó
contra los sacerdotes del templo que dicen y no hacen, contra los legisladores
de su época que atan cargas pesadas sobre las espaldas de los débiles, contra
el poder establecido que anteponía la ley injusta a la necesidad humana. Según
sus palabras: limpian por fuera el vaso y el plato, pero por dentro están
llenos de robos y de injusticias. Y los llamó hipócritas, sepulcros
blanqueados, serpientes y generación de víboras.
Todo el mundo sabe como acabó la vida del Nazareno. Murió en la cruz no por
ser un hombre bueno sino por ser un hombre justo y exigir justicia para su
pueblo.
* Profesor y presidente de la
Asociación KALA
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