QUE NO NOS DESVÍEN LA MIRADA

Les cuento a mis queridos alumnos/as que cada persona cuando nace participa en el juego de la vida con un boleto de tres números.  El primero corresponde a los padres que te tocan, el segundo al lugar de nacimiento y, el tercero, a su propia genética. Unos padres que amen y protejan a sus niños y niñas es el mejor seguro de vida para sus descendientes. ¿Cuántas criaturas no podrán ser acunados, abrazados, amamantados, besados,… por una madre o un padre? Muchos niños y niñas en este país crecen en centros de menores, sufriendo la irreparable frialdad que conlleva estar institucionalizado.  El boleto del nacimiento me hace preguntarme cuántos niños y niñas están muriendo en este mismo instante por haber nacido en lugares como el Cuerno de África, cuántos jóvenes valientes, decididos e inteligentes se ven obligados, por el empobrecimiento que padecen los países del llamado Tercer Mundo, a emprender el éxodo hacia el Norte. Muchos de ellos/as verán truncados sus sueños en el camino. Y, por último, el boleto de nuestra propia genética, la programación biológica, que hará que desarrollemos las cualidades innatas.
Una vez dicho esto, les explico que evidentemente las personas no partimos de la misma línea de salida. No es lo mismo una persona que le haya tocado tres buenos números en su boleto que otra que no haya tenido la misma suerte. De ahí se desprende que más que establecer líneas de salida y metas para competir, que siempre ganarán los más afortunados y mimados por los números de su boleto, hagamos un mundo de oportunidades en el que todas las personas puedan vivir con dignidad, un mundo creativo y solidario en el que los derechos humanos sean el eje vertebral de los ministerios de justicia, un mundo en el que la etnia, la religión y las costumbres culturales nos enriquezcan y no se utilicen desde el poder malévolo para dividir, enfrentar, dominar, explotar y excluir. Claro, en este posible mundo no tiene cabida la criminal economía de mercado neoliberal, a la que se están sometiendo sin el menor pudor los gobiernos.
Para machacar más a los últimos de la fila, a los que portan los peores boletos de la vida, el ministro de justicia del actual gobierno, que ha tenido la suerte de que le tocase un buen número en su boleto, anuncia una reforma para hacer aún más coercitiva la ley penal del menor; si tuviese alguna duda de que a sus propios hijos se le pudiese aplicar, otro gallo cantaría. Con esta reforma también pretende aplicar la cadena perpetua, cargándose el propio principio de reinserción de la ley penitenciaria. ¿Por qué no se da una vueltecita por las cárceles para ver la realidad? Descubriría que la inmensa mayoría proceden de los barrios de nuestras ciudades con mayor índice de exclusión social o de países empobrecidos, descubriría que muchos padecen enfermedades mentales, que la mayoría no han cometido ningún delito de sangre. ¿Usted sabe, señor ministro, que nuestro país es el que tiene menor índice de criminalidad de toda la UE y, sin embargo, es la que más presos soporta?  Por consiguiente, ¿No se querrá usted aprovechar de un populismo que se deja llevar por las noticias sensacionalistas y que le dan votos? Ya que confiesa y comulga, por favor, piénselo antes, para poderse arrepentir. Y hablando de religión, no podía olvidarse de recortar la ley del aborto, señalada como abominable por la jerarquía de la iglesia católica a la que usted debe obediencia, la mima institución que no perdona el menor desliz como el cometido por su compañera de gobierno, Soraya Sáez de Santamaría, que por no haberse casado por la iglesia se le cuestiona el ser la pregonera de la Semana Santa de Valladolid.
En el mismo momento que lanzaba estas medidas,  altos cargos políticos se veían absueltos mientras muchos chavalitos de la calle, por robos de poca monta, están en busca y captura y se pasarán gran parte de su vida entre barrotes. Claro, los primeros tienen un buen número en su boleto, mientras que los segundos su número es para echarse a llorar.
Lo que más me entristece de todo esto es que los menos afortunados en su boleto sean, en muchos casos, los primeros en acusar, perseguir,… a los que padecen unas mismas circunstancias. Mientras los pobres se pelean entre sí y las clases medias están llenas de un miedo que los paraliza y los hace cada vez más conservadoras, los ricos de este mundo se siguen frotando las manos. No solo es cuestión de suerte, es cuestión de justicia con mayúsculas.
                                                                       Córdoba, 29 de enero de 2012
                                                                           Miguel Santiago Losada
                                                             Profesor y Presidente de la Asociación Kala   


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