La mezquita, destino universal

El nuevo obispo de Córdoba, en su toma de posesión del pasado 20 de marzo, ha subrayado el mismo planteamiento de sus antecesores: No es posible el uso compartido de la Catedral, porque no lo consiente la religión musulmana ni cabe en la verdad de la religión cristiana. Me pregunto ¿por qué? ¿Cuáles son las razones teológicas, doctrinales y, sobre todo, evangélicas para ello?
Desde mi fe cristiana y el conocimiento que me ha aportado los estudios en teología no pienso que sea acertada la decisión categórica de cerrar cualquier otra opción de orar a Dios en un mismo espacio compartiéndolo con otras manifestaciones religiosas.
La Mezquita-Catedral de Córdoba es un templo único en el mundo. Su singularidad, basada en su propia historia, hace que este monumento sea considerado patrimonio de la humanidad. Gracias a ello el historiador Arnold Toynbee calificó a Córdoba como una de las ciudades de destino universal, al igual que Atenas, Roma o Estambul.
El solar en el que se levanta la Mezquita-Catedral es al que se refirió, según un texto árabe, el rey Salomón, hijo de David, que pasó por Córdoba e hizo un alto frente a la gran hondonada en la que hoy se alza el majestuosos monumento. Dijo: Rellenad y nivelad este lugar pues aquí se alzará un templo en el que se rendirá culto al Altísimo.
Sobre este fértil suelo, posiblemente cultivado por la Córdoba íbera, se construyó el foro portuario romano, en el que formaba parte el templo dedicado al dios Jano. Siglos más tarde, los visigodos erigieron en este lugar la basílica de San Vicente, cuyos restos pueden contemplarse bajo la Mezquita de Abderramán I. A partir del año 750 hasta 1236 este espacio se convirtió en mezquita. A partir del 29 de junio de 1236, el obispo de Osma la consagró para el culto católico, convirtiéndola en la Catedral de Córdoba.
Todo este legado histórico le da dos cualidades a la Mezquita-Catedral que la hacen única en el marco de la interculturalidad: pertenecer al patrimonio mundial y ser, por esencia histórica, encuentro de civilizaciones.
Es un hecho evidente que antiguos templos cristianos sirven hoy al culto musulmán, a raíz de cambios socio-políticos y religiosos acontecidos en épocas anteriores; sin embargo, no deberíamos caer en el error, al menos los que profesamos la fe cristiana, de aplicar la antigua ley del talión del ojo por ojo y diente por diente. Seguir a Jesús de Nazaret significa ofrecer la otra mejilla, o lo que es lo mismo, abrir la mano fraternalmente a los hermanos y hermanas, en este caso, que profesan la misma fe abrahámica.
Juan XXIII, el Papa bueno, a través del Concilio Vaticano II, abrió las ventanas de la Iglesia para que entrara el aire fresco. ¿Por qué no abrir las puertas para que la Mezquita-Catedral de Córdoba pueda ser un espacio ecuménico e interreligioso en el que los creyentes recen al mismo Dios de Abraham? Cristo es el verdadero templo de Dios (Mc 14,58). No profanamos un templo de piedra porque compartamos un mismo espacio creyentes de distintas religiones, profanamos al templo vivo de Cristo cuando causamos injusticias, las callamos o somos cómplices de ellas.
La Mezquita es patrimonio del pueblo de Córdoba, de Andalucía, que se irradia a todos los rincones sin conocer fronteras. La postura del obispo me recuerda actitudes de tiempos pasados de sentirse señor feudal, que venido de fuera, toma posesión de sus bienes. Hay que recordar que el Cabildo de la Catedral es sólo administrador del templo.
La historia le da a Córdoba la posibilidad de ser luz en medio de tantos conflictos, de ser puente de encuentros entre diferentes culturas, de ser lugar de abrazo fraterno entre las diferentes religiones. Abramos nuestra ciudad a los aires frescos, que ayuden a rejuvenecer la tan castigada humanidad.

* Profesor y asesor de la Cátedra de Interculturalidad de la Universidad

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