“LOS SANTOS INOCENTES”

No sabría decir cuál de los siguientes sentimientos embargan más mi corazón, si la impotencia, el dolor o el desánimo. Sin embargo, lo que no me cabe la menor duda es la preocupación que tengo ante el actual panorama social.

Cuando nuestra ciudad padece situaciones de intolerancia como los rechazos a diferentes centros sociales de algunos ciudadanos que se consideran santos e inocentes, o cuando el Ayuntamiento, en lugar de poner en servicio centros de acogida, dispone de un teléfono para que los vecinos denuncien a los excluidos por hábitos como la mendicidad, nos llegan noticias de otros lugares que ahondan sus raíces en una misma  actitud: la intolerancia. Esta intolerancia va calando con actitudes y medidas como las expuestas y luego acaba derivando en frases como: se nos ha ido de las manos.

Un chaval de catorce años en una discusión le da un corte en el cuello a su padre causándole la muerte en un pueblo jienense. Tres jóvenes de entre dieciséis y diecinueve años y de las llamadas familias normalizadas queman viva a una pobre mujer indigente en Barcelona. Aunque sucesos de distinto cariz tienen un denominador común, la intolerancia, que conduce a la agresividad e incluso al homicidio. Intolerancia que va desde el rechazo al diferente a deshacerse de él.

Por tanto y a la vista de los acontecimientos nos debe preocupar qué clase de sociedad estamos construyendo para que en ella, y en particular en nuestros hijos, vaya anidando este sentimiento irracional de odio y violencia.

La justicia ha decretado la encarcelación inmediata para estos jóvenes e incluso algunos sectores de la ciudadanía más santa e inocente levantan su voz pidiendo un mayor endurecimiento de las penas. Ya son más de 700 menores los encerrados en centros de los llamados de reforma en Andalucía. Al ritmo que vamos tocaremos pronto el techo de los 1000. ¿Es este el camino: enseñar a odiar y, al mismo tiempo, condenar al que odia? ¿A que se debe tal esquizofrenia?

En mi opinión, lo primero que debemos preguntarnos es el porqué de tanto odio e intolerancia. El caldo de cultivo lo encontramos en actitudes xenófobas y racistas generadas por un mercado que gana enormes beneficios con películas, series, publicidad, videojuegos y demás artículos que incitan a la destrucción del ser humano, por una educación carente de valores, por una política de sonrisitas que, a base de contentar a la ciudadanía más santa e inocente para ganar el mayor número de votos, desprecia la ideología que profesa.

La solución a tanto sinsentido y falta de humanidad es la educación en valores, una ética universal basada en la defensa de los derechos humanos. Sé que no es fácil pero, al menos, estemos alerta para no tomar medidas que favorezcan lo contrario.


                                                                          Miguel Santiago Losada
                                                                  Coordinador del Área de Marginación
                                                                                    APDHA

                                                                   Córdoba, 22 de diciembre de 2005 

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