¿NIÑOS PELIGROSOS O EN PELIGRO?

Resulta un tanto alarmante la situación que estamos viviendo con nuestros niños socialmente más desprotegidos: algún que otro "profesional de lo social" que airea las realidades más íntimas y personales de las familias más vulnerables exigiendo la retirada de sus hijos, en lugar de hacer una intervención correctora de riesgos. Algún que otro/a profesor/a que expulsa de las aulas a incómodos alumnos/as como mecanismo de defensa para anularlos como elemento desestabilizador y molesto, sin caer en la cuenta que está puesto como profesor o maestro no para negar la realidad sino para transformarla. Algún que otro/a juez y fiscal que piden el endurecimiento de las penas recogidas en la Ley del Menor sabiendo que tales medidas no dan ninguna solución a las necesidades reales y temores concretos. Son procedimientos penalizadores que sólo dan respuesta al ansia vengativa que brota de lo más bajo del ser humano. Amplios grupos de población, inducidos por ciertos poderes fácticos, se preocupan mucho por la "inseguridad ciudadana" y, al hacerlo, no suelen separar entre quien ocasiona esa inseguridad y las causas que la originan. A los preocupados/as por ella habría que preguntarles por qué creen que la mayoría de los menores acogidos en cualquier centro proceden de familias extremadamente pobres e indefensas. Todas las personas deberían saber que el niño no es el responsable sino la víctima de lo que su situación social, inmadurez y desorientación acarrean. La más cruenta inseguridad ciudadana la padecen los niños y sus familias cuando carecen de los derechos sociales básicos para vivir. Y ello les hace montarse en pateras, ser explotados sexualmente, estar abocados a ser carne de centros de reforma. Como dice Eduardo Galeano "el sistema que no da de comer, tampoco da de amar; a muchos los condena al hambre de pan, y a muchos más al hambre de abrazos".


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