NUESTRAS FIESTAS
Traspasado el siglo XXI las personas que pensaban la
incompatibilidad entre fiesta y modernidad han errado sus previsiones como
plantean los profesores de la Universidad de Valencia, Antonio Ariño y Pedro
García Pilán. Estos autores afirman que por el contrario hemos asistido a un
proceso de consolidación y crecimiento de las grandes fiestas, incluso a procesos
de recuperación de festividades en decadencia, y a la creación exnovo de nuevas
formas de festejar. Aunque la estética de algunas nos resulte arcaicas se
reinventan en la modernidad. El vestirse de nazareno en Semana Santa no
representa para muchas personas un acto penitencial, sino un disfrute
sensorial. Para los jóvenes ir de cruces en los albores del mes de mayo no
significa adorar a la cruz. Comen, beben y bailan alrededor de ella convertida
en el antiguo falo florido que fertiliza la tierra en la exuberante primavera.
Al igual que hay fiestas que exaltan los sentidos, otras transgreden las normas
sociales como el carnaval. Todas tienden a igualarnos ya sea vestidos de
nazarenos, costaleros, flamencos, disfrazados o simplemente con un baile o una
copa en la mano. La fiesta tiene un sentido orgiástico donde la comunidad sale
a divertirse y a disfrutar por encima de cualquier otra consideración. Las
fiestas nos hacen escapar de las obligaciones de la vida cotidiana. Recuerdo a
mi querido amigo Enrique de Castro, un referente en la lucha por los jóvenes
excluidos, definir a la Semana Santa andaluza como un orgasmo colectivo ante el
despliegue de sentidos que embriagan al ser humano. Otra consideración a tener
muy en cuenta sería las manipulaciones que la Jerarquía católica y las
Administraciones Públicas pretendan hacer de esta fiesta.
Un peligro que siempre han tenido las fiestas a lo largo de la
historia es su instrumentalización y dominación por los poderes políticos,
religiosos y económicos. El poder religioso siempre ha establecido una gran
alianza sobre todo con los partidos de derechas y el poder económico. En
Andalucía se da con mayor relevancia en Semana Santa, donde el escenario entre
poder y contrapoder es más evidente. Una fiesta primaveral donde la ortodoxia y
la heterodoxia se dan la mano, donde el poder jerárquico y vertical se opone a
la dimensión vivencial y popular de la fiesta. La Semana Santa no deja de ser
un fenómeno actual, aunque la fiesta se encubra de tradición está cada vez más
secularizada. La mayoría de los participantes en este hecho religioso no son
practicantes, siendo significativo el número de agnósticos que intervienen en
esta fiesta primaveral. En Andalucía, además, las fiestas atraen al emigrante
que marchó a otros lugares por motivos laborales principalmente. El desarraigo
que les produjo hace que vuelvan para reencontrarse con su pueblo o ciudad, lo
que les da a las fiestas un carácter identitario. Algunos sectores de la
izquierda política y social les cuesta trabajo valorar las fiestas de raigambre
religiosa, sus recelos no les deja ver con claridad este fenómeno de Fiesta
total. ¿Acaso una saeta tiene que ser religiosa? ¿Acaso el mismo Alberti no se
dirigió a la Virgen Macarena tratándola de camarada? ¿Acaso García Lorca no
aprovechó su último viaje a Córdoba para ver procesionar a la Virgen de las
Angustias?
En
Córdoba las dos Columnas de Hércules de sus fiestas son la Semana Santa y el Mayo
cordobés. La fiesta más antigua es la Feria de mayo, que ahonda sus raíces en
1284 cuando el rey Sancho IV concede el privilegio al Concejo de Córdoba para
que pudiera celebrarse una feria de ganado. La calle de la Feria fue escenario
de aquellas ferias al ser uno de los espacios más amplios de la ciudad entre la
Medina y la Axerquía. A partir de 1665 se traslada a los alrededores de la
Puerta de Sevilla donde se erige una ermita a Nuestra Señora de la Salud. No
sería hasta principios del siglo XIX cuando la feria se asienta en el Paseo de
la Victoria. A principios del siglo XX se establece que la feria se celebre
rondando el 25 de mayo. La feria pasó a su actual ubicación del Arenal, en el
año 1994, después de dos siglos en el paseo de la Victoria.
A
mediados del siglo XIX, siguiendo los pasos dados por Sevilla, la feria
comenzará a tener un marcado carácter festivo por encima del ganadero. Desde
entonces las casetas predominarán sobre los espacios dedicados a la venta de
ganado. El estilo de la caseta cordobesa, a diferencia de la caseta sevillana
más familiar, permite la apertura al público al ser montadas por asociaciones,
colectivos, peñas, cofradías, sindicatos, estudiantes, asociaciones vecinales.
Anterior
a la feria, el Mayo cordobés disfrutará de dos fiestas, las Cruces y los
Patios. El origen de la fiesta de la Cruz se debió a la conmemoración del
hallazgo por parte de Elena, madre del emperador Constantino, de la cruz de
Jesucristo. Sin embargo, su origen es precristiano al darle culto al Árbol de
Mayo o Palo de Mayo. Este culto al árbol ha sido común a las diversas
tradiciones de los pueblos europeos: celtas, germanos, griegos, romanos,
eslavos. Al igual que la Fiesta de Todos los Santos asimiló la celebración de
Halloween para catolizarla, fiesta de origen celta que celebra la creencia de
que los muertos caminaban entre los vivos, la tradición de la fiesta de la Cruz
también travistió la fiesta del Palo. Hoy la fiesta de las cruces son una
expresión de jolgorio juvenil que inunda las plazas del casco histórico de
Córdoba.
El
Festival de los Patios de Córdoba, único en el mundo, cumplió un siglo el
pasado 2021. Fue en plena República, en el año 1933, cuando el concurso se
estabiliza, presentándose un número considerable de patios y otorgándose
mayores premios. Después de la guerra civil provocada por el Golpe de Estado de
1936, se recuperó la fiesta en 1944. Progresivamente fueron aumentado tanto el
número de participantes como de premios hasta que fue declarada Fiesta de Interés
Turístico Nacional en 1980. Finalmente fue declarada Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad en 2012 por la Unesco.
Fiestas
de muy diversa índole pero que todas tienen un denominador común: la diversión
en colectividad, la emancipación del día a día, olvidar por unos días los
problemas y las tensiones de la vida. La Semana Santa de tener un marcado
carácter penitencial se convirtió a partir de mediados del siglo XIX en una
fiesta de ciudades y pueblos, donde la diversión y el disfrute predomina en
gran parte de la población. Las Cruces
de mayo pasaron de la adoración a la cruz a pequeñas verbenas en plazas y
lugares de la ciudad teniendo como principal protagonista a la juventud. Los
patios pasaron de ser viviendas de las clases más humildes a ser un gozo
contemplativo para las personas que los visitan, además de ser un reclamo
turístico de primer orden para la ciudad. La Feria de mayo de tener un carácter
ganadero y comercial a convertirse en el espacio de mayor diversión de la
ciudad. Todas ellas suponen unos considerables beneficios económicos para la
ciudad.
Traigo
a colación el bello poema, titulado “Sueño Infantil”, que Antonio Machado le
dedicó a la fiesta:
Una
clara noche
de fiesta y de luna,
noche de mis sueños,
noche de alegría
—era luz mi alma
que hoy es bruma toda,
no eran mis cabellos
negros todavía—,
el hada más joven
me llevó en sus brazos
a la alegre fiesta
que en la plaza ardía.
So el chisporroteo
de las luminarias,
amor sus madejas
de danzas tejía.
Y en aquella noche
de fiesta y de luna,
noche de mis sueños,
noche de alegría,
el hada más joven
besaba mi frente...
Con su linda mano
su adiós me decía...
Todos los rosales
daban sus aromas,
todos los amores
amor entreabría.
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