EL PEQUEÑO SALAH
Salah es un niño de
ocho años, alegre y bromista, de una pequeñita aldea del corazón de Marruecos.
Comenzó a tener problemas de vista y fuertes dolores de cabeza. Su madre lo
llevó al médico y le diagnosticaron un tumor cerebral que le provocó una
hidrocefalia responsable de la pérdida de visión que se agudizaba conforme
pasaban los días. El coste de la intervención quirúrgica rondaba los 2.500
euros en un hospital de la ciudad de Casablanca. La madre, con un gran dolor y
desesperación por la grave enfermedad de su hijo, comenzó a recaudar dinero entre
familiares, amigos y vecinos para sufragar la operación de su pequeño Salah.
Después de varios días poniendo el grito en el cielo para el necesario y
urgente apoyo a su hijo, apenas consiguió un tercio del dinero necesario debido
a la realidad del empobrecimiento social que padecen la mayoría de sus
paisanos.
Al no contar con más
recursos se puso en contacto con Mansur, antiguo vecino de la aldea y residente
en Córdoba, para pedirle ayuda. Inmediatamente Mansur echó mano de su
Asociación “Kala”, dedicada al apoyo solidario de jóvenes migrantes, y en poco
menos de una semana logró recaudar 1.500 euros entre un grupito de miembros del
mencionado colectivo, lo justo para poderlo intervenir. A principios de
noviembre fue operado y actualmente se encuentra en un estado de recuperación.
Esperemos que dentro de poco Salah pueda volver al colegio y a jugar al fútbol,
su pasión favorita.
Algunas personas de la
Asociación me llegaron a comentar que con el solo hecho de mirar a sus hijos se
les encogía el corazón pensando que se encontraran en la misma situación que
Salah. Caían en la cuenta de la suerte
que teníamos de vivir en un país con un sistema sanitario tan eficaz y
gratuito, un gran privilegio del que no pueden gozar la inmensa mayoría de los
habitantes del planeta, y no sólo de los países del llamado Tercer Mundo, ahí tenemos
el ejemplo de EE.UU. donde, siendo la primera potencia económica, se mueren
todos los días niños y adultos por no contar con un sistema sanitario gratuito
como el que nosotros disponemos.
¡Qué mundo más injusto¡
Dependiendo de dónde nos haya tocado nacer así tendremos la suerte o no de
tener una asistencia sanitaria desde que somos bebés hasta que enfermamos por
algo irremediable, estando protegidos por el derecho humano más básico: la
salud. Salah estuvo en manos de la solidaridad, al igual que otros niños
africanos que gracias a asociaciones solidarias, como “Tierra de Hombres”,
pueden ser intervenidos en Hospitales, como el Reina Sofía, de cardiopatías.
Niños que mientras se encuentran aquí son acogidos por familias mientras se
recuperan de su dolencia.
Me indigno cuando oigo
hablar mal de nuestra sanidad pública o cuando algunos políticos nos ofrecen la
trampa de bajarnos los impuestos con intereses electoralistas. ¿Cómo se va a
mantener el sistema sanitario si no es con nuestros impuestos? ¿Cómo vamos a
disponer de una enseñanza pública de calidad? ¿Quién pagaría la necesaria atención
a la dependencia?
Nuestra ciudad posee un
patrimonio que la hace única, pero si los cordobeses podemos poner encima de la
mesa una de nuestras joyas más preciadas, sería sin duda el Hospital
Universitario Reina Sofía, que traspasa nuestras fronteras. ¡Cuidémoslo como a
las niñas de nuestros ojos!
Mil gracias a las
personas que han puesto su granito de arena para salvarle la vida al pequeño Salah,
a todo el personal del Reina Sofía por su labor y a todas las familias de
acogida de asociaciones como Tierra de Hombres que abren sus casas para acoger
a los más débiles de este mundo.
Córdoba,
10 de noviembre de 2018
Miguel Santiago Losada
Profesor
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