CÓRDOBA, SEIS DIPUTADOS
La primera reflexión que deberían tener en cuenta los/as futuros seis
diputados/as por Córdoba es el número de representantes de nuestra provincia en
el Congreso de los Diputados. De siete pasamos a seis en las elecciones
generales del 2008, a consecuencia del estancamiento poblacional y al
envejecimiento de la población. Asimismo,
esta pérdida de habitantes se ha visto incrementada por la crisis sufrida en
los últimos cuatro años, emigrando miles de personas entre jóvenes y población
inmigrante. La causa, que podríamos considerar crónica, está en el número de personas con ingresos
bajos o muy bajos que siguen aumentado significativamente en Andalucía y, en
particular, en Córdoba. Si echamos un vistazo a todo el periodo de la crisis
advertimos que en Andalucía es donde más pobreza se genera: la tasa de riesgo de
pobreza se ha incrementado 8.4 puntos desde 2008 y en España lo ha hecho 2.3. Y,
lo que es más grave, las familias con escasa formación, en paro o con hijos menores
son las que más sufren la pobreza, que al final se hereda, restando igualdad de
oportunidades de futuro a miles de niños/as (INE-ECV, 2015). Esta brecha se ha venido incrementando no sólo
en los años de crisis sino también en los que hubo bonanza económica.
¿Sabrán nuestros diputados hacer frente común para
defender los intereses de los cordobeses por encima de los de sus partidos? ¿Estarán
más atentos a la dura realidad de miles de cordobeses que de los índices de
voto que le dan las encuestas? ¿Se pondrán codo con codo a la hora de defender
el frágil tejido industrial y conseguir el mayor volumen posible de inversión
pública? Mientras Córdoba recibe 13.5 millones de euros, Málaga, teniendo el
doble de población, recibe 64.1 y la provincia de Granada, con una población
algo superior, dispone de 43 millones de euros en inversión pública.
Y unido al empobrecimiento económico hay que hablar
del cultural. Nuestra Andalucía es una tierra con identidad propia, que se
tradujo hace más de 35 años cuando votamos por el artículo 151 de la
Constitución, que nos reconoce como nacionalidad histórica. Una tierra con una
historia, con unas tradiciones, con unas hablas, con un acervo monumental único,
nuestro legado andalusí, ese mestizaje que nos hace únicos en Europa. Los
diputados, junto a los parlamentarios
andaluces elegidos por la circunscripción de Córdoba, tienen que luchar por
nuestro legado cultural, no permitiendo que ninguna institución privada
pretenda adueñárselo, preservándolo y poniéndolo en valor. Hay que defender una
educación pública y laica, estableciendo un diseño curricular en el que
nuestros alumnos conozcan nuestra historia andaluza unida a la del resto del
Estado y del mundo.
Además hay que apostar por mejorar e incrementar las
partidas presupuestarias para el trío sanitario-formativo conformado por el
Complejo Hospitalario Reina Sofía, UCO e
IMIBIC, nuestra mejor plusvalía. Al mismo tiempo que habrá que apostar por
Rabanales 21, el Parque Joyero, la industria metalúrgica y la derivada del
aceite. Habrá que fomentar el turismo dándole un uso comercial al aeropuerto y
haciendo una apuesta decidida por Medina Azahara que tienen un gran atractivo
para la desmerecida cifra de visitantes que recibe, 172.000 en 2014, mientras
que la Alhambra recibe 14 veces más turistas o nuestra Mezquita 10 veces más.
¿Serán capaces nuestros diputados de forjar al modo
del Hércules, que representa nuestro escudo andaluz, las dos columnas: la
económico-social y la cultural, que harían de nuestra tierra un pueblo
próspero? Aún seguimos soñando con un pueblo dignificado dispuesto a abrir sus
manos a los hermanos refugiados e inmigrantes, propio de una tierra, como dice
nuestro himno andaluz, que quiere ser lo que fue, una tierra de hombres y
mujeres de luz, que a los hombres y mujeres, alma de hombres y mujeres les
dimos.
Córdoba,
9 de junio de 2016
Miguel Santiago Losada
Profesor
Interesantes y oportunas preguntas amigo Miguel. Desgraciadamente soy muy escéptico en cuanto a obtener respuestas afirmativas para las mismas. Entre otras razones porque los diputados que salgan elegidos, siguiendo la tradición electoral, serán deudores de sus respectivos partidos y a ellos tendrán que rendir pleitesia y no a los ciudadanos que los eligen. Y así llevamos 35 años
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