QUIERO SEGUIR CREYENDO
Europa, hace un siglo, estaba enfrascada en
la primera guerra mundial, media Europa se vestía de uniforme militar. El
presidente francés Clemenceau dijo en Versalles al recibir el documento de
rendición por parte de Alemania: “Bueno, esto es el final”. Por su parte, el
historiador Arthur J. Toynbee, presente en la sala, masculló en voz baja: “No,
esto es solo el principio”. ¡Cuánta razón tenía! 20 años después, en plena Gran
Depresión, los nazis con mayoría parlamentaria en Alemania comienzan a gestar
la segunda guerra mundial.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX
las dos grandes potencias, URSS y EEUU, comunismo y capitalismo, se mantenían a
raya. Con la caída del muro de Berlín la economía capitalista se radicaliza al
ser la única que impera a sus anchas, convirtiéndose en una economía neoliberal
que fagocita a la política. Ésta, de la noche a la mañana, se va convirtiendo
en un títere de la economía de mercado. La consecuencia más grave de todo ello
aparece con los gobiernos de los Bush, padre e hijo, que volverán a generar un
ambiente prebélico en todo el mundo. La inestabilidad en el Oriente Medio a
causa del petróleo traerá unas consecuencias terribles que seguimos pagando. El
atroz atentado de las Torres Gemelas fue aprovechado para declarar la guerra
preventiva y atemorizar a todo el mundo. De esos barros estos lodos: el desgraciado
fracaso de las primaveras árabes dio paso al extremismo yihadista , a la
aparición del Estado Islámico y a la desestabilización aún mayor de Oriente
Medio lo que está desangrando y provocando uno de los éxodos más espectaculares
de la historia, junto con los que se siguen produciendo en el continente
africano.
Este maremágnum de inhumanidad también se deja ver en el interior de nuestras
propias fronteras cuando el Estado Alemán, con el beneplácito de los demás, somete
y humilla al pueblo griego a través de
su nuevo armamento, la economía salvaje que arrasa los derechos humanos y la
dignidad de los pueblos.
El nuevo curso se ha estrenado con el
escenario más dantesco que jamás los ojos de la humanidad debieran haber visto:
la madre Tierra en una playa turca nos devuelve sin vida al niño Aylan. El
periodista Juan Cruz escribía un acertado resumen de la tragedia: “un niño es
el mundo entero”. En efecto, Aylan representa a todos los niños y niñas que
mueren en el anonimato de hambre y enfermedades en cualquier momento y rincón
de nuestro planeta, en Aylan están todas las mujeres muertas, ultrajadas,
violadas en cualquier lugar de nuestro mundo, en Aylan están todas las personas
inmigrantes que han dejado su vida en las largas travesías en busca de una vida
mejor, en Aylan están todas las voces rotas que claman justicia, en Aylan están
todas las madres y padres desconsoladas por
sus retoños muertos o desaparecidos a
consecuencia de tantas guerras y conflictos.
El mismo día en el que aparece la
apocalíptica imagen de Aylan y los distintos programas de Sálvame alcanzan una
cuota de pantalla cercano al 20%, miles de personas se manifiestan en la calle
para decir ¡basta ya! a tanta salvajada humana así como para abrir sus puertas
a las personas que más sufren este desorden establecido.
Cabría pensar que, ante tanta injusticia y
desgracia en este siglo XXI, aprendimos poco o nada del siglo XX. Me resisto a
que esa hipótesis sea del todo verdadera. Quiero seguir creyendo que la
humanidad sigue triunfando.
Miguel Santiago Losada
Profesor
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