Un cuento de realidad
Qué sería de un paisaje urbano sin vida, sin seres vivos que le dan calor y color? Córdoba posee recónditos y encantadores rincones en su casco histórico. Algunos hay que buscarlos expresamente, como el antiguo claustro del que fuese monasterio de San Pedro el Real y que preside majestuosamente la gran plaza Tierra Andaluza, cuyo nombre rezuma solera. Si paseamos por ella en estos días navideños veremos un ramito de flores blancas atado a la reja que guarda el claustro bajo. Un grupo de jóvenes de la Axerquía lo colocó en memoria del abuelo Antonio. Antonio fue uno de esos personajes de novela costumbrista que le da humanidad y sentido de ser a un lugar. Había hecho de esta plaza su hábitat, y del rinconcito en el que cuelga el ramito de flores, su estancia al cielo raso, donde solía descansar acurrucado a su perro Canela. El pasado jueves 4 de diciembre se echó la siesta como de costumbre. Mientras dormía cayó un aguacero que presagiaba que algo iba a ocurrir. Los jóvenes de la pl