Gregorito

Gregorito comenzó el pasado 10 de septiembre su primer curso de primaria. Su madre lo dejó, como viene siendo habitual, en las puertas de su colegio público con muchas dosis de ilusión, de alegría por volverse a encontrar con sus compis y, como es natural, de inquietudes ante lo nuevo por conocer.
Gregorito tiene la fortuna de no ser uno de los dos millones de niños/as de nuestro país en padecer el empobrecimiento social. El no tendrá que depender de la asistencia social para disfrutar de una adecuada nutrición. Tampoco pasará frío este invierno gracias a los medios económicos de su familia, que le asegura un confortable hogar para poder vivir y desarrollarse como sería lo deseable para cualquier niño/a.
La vida le ha dado a Gregorito, para su buena crianza, una madre y un padre que lo aman y lo cuidan, unos medios que le brindan todas las posibilidades para su crecimiento y una capacidad personal que le permitirá alcanzar las destrezas necesarias para su futura formación como persona y como ciudadano.
Además de todo lo dicho, esperemos que pueda seguir forjándose como niño en un sistema educativo público que le ofrezca una educación no sexista para que no crezca entre noticias de mujeres víctimas por violencia de género, una educación que le muestre y haga descubrir la diversidad de familias; un sistema que ponga las bases para que sea un ciudadano educado en la no violencia y pueda vivir con naturalidad la interculturalidad y la interreligiosidad desde la diversidad étnica, y que le incite a ejercer la solidaridad para conseguir un mundo con mayor justicia e igualdad. En definitiva, una educación que lo forme en valores y le enseñe que sólo la memoria histórica puede evitar los errores del pasado.


También es de esperar para Gregorito, y para todos/as los niños/as, que disponga de medios adecuados que le permitan alcanzar la formación a la que se vea vocacionado y preparado, y que cuando pasen los años, pueda disfrutar de una beca Erasmus que le ayude a abrir la mente y a sentirse ciudadano de un mundo cada vez con menos fronteras y conflictos bélicos. Esperemos que cuando alcance la madurez pueda disfrutar de un Estado Social, Democrático de Derecho y Laico, en el que ninguna religión pretenda imponerle su moral o sus creencias, que pueda contribuir con sus impuestos al mantenimiento del Estado del Bienestar, asegurando así una sanidad y educación pública, y donde todas las personas vivan con dignidad física, psicológica y social.
Esperar no significa ni aguardar ni aguantar, ya que cuando acordemos, tal vez sea demasiado tarde. Esperar significa perseverar, confiar, creer, ilusionarse..., y, para ello, es necesario trabajar y posicionarse día a día, pues como bien hemos aprendido en estos años, nada está asegurado.
Solo así, cuando Gregorito pasee de la mano de su nieto o nieta, podrá contarle que pudo jubilarse, contar con una buena formación, con un sistema público de salud...
Y que solo luchando es posible que aquí, y en cualquier lugar del mundo, todos/as los/las niños/as puedan tener los mismos derechos que hicieron posible que él llegue a una edad avanzada con esa jubilación, formación, salud y, sobre todo, con dignidad y orgullo por haber aportado su granito de arena a esta humanidad.

* Profesor y presidente de la Asociación Kala

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