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Mostrando entradas de julio, 2014

Un viaje de ida y vuelta

Desde que llegaron las tropas cristianas a Córdoba, encabezadas por el rey Fernando III, la Mezquita Aljama de la ciudad, la gran Mezquita de Córdoba como la ha denominado recientemente la Unesco, se libró de la destrucción, desde un primer momento, por diferentes causas. Una de ellas fue la admiración que suscitó su enorme belleza. Otra, el pueblo de Córdoba, que procedente de un mestizaje tanto genético como cultural siempre la sintió suya y siempre se mostró celoso ante cualquier intento de eliminarla, como desgraciadamente ocurrió con las demás mezquitas-aljamas de las ciudades más importantes de al-Andalus. Por otra parte, los reyes cristianos, entre ellos Alfonso X  el Sabio  , contribuyeron a su protección y conservación como así muestran al respecto dos disposiciones dadas por él: la primera refiere que la totalidad de las iglesias del obispado de Córdoba contribuyan a reparar las techumbres de la mezquita (año 1261) y la segunda exhorta a que todos los albañiles y carpintero

La necesidad de una ciudadania activa

Hace unos días hemos sido espectadores de la toma de posesión del nuevo Jefe del Estado, la misma jornada en que la "Roja" quedaba desteñida. Toda la clase política dominante rendía pleitesía al nuevo monarca en el Palacio de Oriente mientras la calle sigue clamando y añorando un Estado Social, Democrático, de Derecho y Aconfesional, menos formal y más comprometido con la realidad y las necesidades de la gente. Nuestro pueblo sufre las terribles consecuencias de una crisis pagada por la mayoría de mujeres, hombres y niños/as que no tienen más capital que su esfuerzo diario (recordemos que somos el segundo país de la UE con más pobreza infantil, superado solo por Rumanía). La población española es una de las más afectadas por la crisis económica, pues mientras la tasa de pobreza media, entre países comunitarios, ronda el 25%, en España se eleva a más del 28% debido al recorte alarmante en las prestaciones sociales ejecutado por el Gobierno, cuyo efecto más escalofriante se