Crisis, de valores e ideologías
Siempre me ha llamado
la atención el rechazo que una persona pueda sentir ante alguien que sufre
alguna enfermedad relacionada con las toxicomanías o presenta un aspecto
deteriorado por estar en una situación de exclusión social. Son personas que
sienten miedo al diferente, incluso por sus rasgos físicos, distintos a los
nuestros, pero sobre todo por su empobrecimiento.
Sin embargo, a estas
mismas personas no les inquieta de la misma manera los casos relacionados con
la corrupción, los blanqueos de dinero, las violaciones de los derechos
humanos, etc. Hasta, incluso, pueden llegar a justificarlos. Haría falta
hacerse la pregunta de por qué de estas actitudes que señalan a la persona
desfavorecida y aceptan los comportamientos pocos éticos e injustos de los que
mejor estatus social poseen. Por consiguiente, no es de extrañar que en nuestro
Estado las cárceles estén repletas de seres humanos por haber cometido pequeños
delitos, la mayor parte exentos de sangre, mientras que los que atentan contra
los principios del propio Estado campean a sus anchas por doquier.
En la misma línea, no
entiendo cómo hay personas a las que escandalizan los escraches , e incluso los califican de peligro
para la democracia, y no mueven un dedo para oponerse a estos políticos que con
sus acciones están causando muchos males a la población: desahucios,
desempleos, recortes, falta de atención sanitaria a las personas inmigrantes,
etc. Es decir, políticos que están atentando sin el menor escrúpulo contra el
propio Estado social, democrático y de derecho que dicen respetar y defender,
algunos bajo juramento.
Lo realmente peligroso
para nuestro país y nuestra democracia es que se vayan nuestros jóvenes mejor
preparados, es que tengamos una pobreza infantil del 20%, es que haya personas
que deciden quitarse la vida al ser desahuciadas, es que a una persona se le
niegue la atención sanitaria por no tener tarjeta de residencia, es que haya
familias sin ningún miembro trabajando, es que haya madres y padres que se las
vean y se las deseen para darle de comer a sus hijos...
Muchas veces pienso y
siento el doble rasero de medir. En lugar de desarrollar una política económica
y social que libere a la gente del empobrecimiento y la exclusión, le ponen
trabas y más trabas para que no pueda salir de ella. Me llena de indignación
ver cómo tantas personas con necesidades son injustamente tratadas y cómo el
privilegiado, desde el mismísimo jefe del Estado hasta cualquier responsable
político, se vale de su cargo para escabullirse de sus responsabilidades; es
más, se le lava su imagen. Después --con hipócritas palabras, como lo siento,
perdón, no podemos hacer otra cosa, etcétera--, expían sus pecados de acción u
omisión.
Por ello me alegro
inmensamente y me solidarizo con decretos como el aprobado recientemente para
la defensa de la vivienda en Andalucía, que supone hacer de la vivienda un
derecho humano. Ya iba siendo hora que la Junta de Andalucía aplicase su propio
Estatuto de autonomía en el que viene recogido dicho derecho. Ojalá siga este
camino y siga desarrollando el Estatuto, con medidas de inserción sociolaboral
o con el establecimiento de la renta básica, medidas de política social que
dignifican mucho más a las familias empobrecidas que el tener que ponerse tras
una cola para recibir una bolsa de comida, y ello, tras haber tenido que contar
su vida y convencer a muchos (servicios sociales, oenegés, iglesias varias...)
de que no tienen qué llevarse a la boca. En palabras de una mujer de nuestros
barrios: "Cuando me siento a la mesa con mis hijos y les pongo el plato de
comida que me he ganado con mi trabajo, reboso de orgullo. Cuando me tengo que
poner a recoger bolsas de comida, me muero de vergüenza y de tristeza".
Tenemos que seguir luchando por una Andalucía que reparta justicia y no
limosna, aunque parece que algo tan obvio se les olvidó incluso a buena parte
de los que se consideran de izquierdas.
* Profesor y presidente de la Asociación
Kala
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