Justicia social
Una enjoyada duquesa
salió a altas horas de la noche de un elegante hotel donde había acudido a
cenar y a asistir a un baile, "baile de caridad", a beneficio de los
niños abandonados. Estaban a punto de subir al Rolls Royce cuando un andrajoso pilluelo
se le acercó suplicante: "Por caridad, señora, deme seis peniques. Llevo
dos días sin comer". La duquesa lo rechazó con un gesto y le dijo:
"¡Desgraciado! ¿No te das cuenta de que he estado bailando para ti toda la
noche?" (Anthony de Mello).
El pasado martes, día
13 de noviembre, informaba a mis alumnos que me iba a poner en huelga
principalmente para solidarizarme con los 5.000.000 millones de trabajadores/as
que se encuentran en paro, por los/as miles de inmigrantes que viven una
situación familiar desesperada y por los/as que siguen muriendo en las pateras,
por la situación tan extrema en la que viven las familias de los barrios que
sufren el mayor empobrecimiento y exclusión social repartidos por toda la
geografía andaluza y española y que suponen el 20 % de la población, por los
enormes recortes que está sufriendo la sanidad y la educación, que va a suponer
un futuro bastante incierto a los/as mismos/as chavales/as a los/as que le
dirigía la palabra; por todas las familias que han sufrido un desahucio a causa
de la tremenda injusticia social a la que está sometiendo la banca con la
complicidad y el beneplácito del Gobierno.
El día de la huelga un
grupito de inmigrantes, de personas de los barrios más castigados de la ciudad,
de educadores/as y de socios/as de nuestros colectivos participamos de la
manifestación que recorrió el centro de nuestra ciudad bajo el lema de la pancarta:
"Más justicia social, menos limosna". Como dice un eslogan que
circula por ahí: con justicia social no hace falta caridad, una justicia social
que debe ser la columna vertebral de cualquier Estado que se considere de
derecho y democrático. Estamos llegando a tales extremos que los mismos
profesionales de los servicios sociales públicos están haciendo informes para
que, ciertas organizaciones no gubernamentales, den unos cuantos víveres con
los que alimentar a las familias más vulnerables. Es decir, estamos asistiendo
a un cambio de modelo donde la beneficencia y el asistencialismo vuelven a lo
público, es un cambio de modelo con una fuerte carga ideológica donde a los/as
pobres se les da pan pero no derechos.
Es indigno que en un
Estado que supuestamente asume la carta magna de los derechos humanos, con lo
que debe garantizar el derecho a la vivienda, a un trabajo digno, a la salud, a
la educación, a los servicios sociales, esté condenando a la ciudadanía al
empobrecimiento y la exclusión social mientras inyecta en los bancos todo los
dineros a costa de eliminar derechos sociales universales, aquellos que evitan
que muchas personas, además de ser pobres, sientan la vergüenza de ir a recoger
una bolsita de alimentos. Me vienen a la memoria escenas de la posguerra
española.
La respuesta estatal o
pública a las necesidades, basada en los derechos humanos, planteamiento que
arranca desde el siglo de las luces, supone superar la simple acción
coyuntural, de cada caso concreto, propia de la beneficencia. Si en otros
países europeos esa evolución fue más rápida, el franquismo en España retrasó
el proceso. De ahí que en ese período de nuestra historia España no contara aún
con un nivel de cobertura de los servicios sociales semejante al disponible en
otros países europeos. Este retraso se ha ido reduciendo a partir de la
Constitución de 1978. Así, el artículo 1º establece que: "España se
constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como
valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la
igualdad y el pluralismo político". Por tanto, no podemos a volver a
modelos preconstitucionales.
A modo de conclusión,
como ciudadanos, no dejemos en el candelero lo que brota de nuestro corazón: un
donativo, participar en una colecta..., que responden a situaciones inmediatas.
Sin embargo, lo que solucionará los problemas a las personas que van dirigidas
esas limosnas, colectas, es la justicia social, que plantea las causas del
empobrecimiento y la exclusión social y desarrolla las medidas para
combatirlas. La actual crisis económica está suponiendo uno de los retrocesos
más graves en el desarrollo de la justicia social. Tenemos la obligación de
decir stop a todo lo que atente contra la consecución de los derechos sociales,
que tanta sangre y sudor han dejado en el camino.
* Profesor y
presidente de la
Asociación KALA
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