Castigo a lo que funciona

Las personas profesionales de la medicina y el profesorado de la educación pública, ocupan el primer y tercer lugar respectivamente en la satisfacción de la ciudadanía según el Barómetro de Confianza Institucional de Metroscopia. En la misma encuesta, el Parlamento, la banca y los partidos políticos ocupan los últimos lugares, suspendidos entre un 65 por ciento y un 80 por ciento por la población española. Por consiguiente, los menos valorados y responsables de la crisis económica son, al mismo tiempo, los que más castigan a los más valorados por el citado Barómetro. Esto se traduce en que sólo en la provincia de Córdoba el recorte en sanidad y educación supone 60 millones de euros, lo que afecta a más de 28.000 trabajadores/as, cifra que aumentará con los nuevos recortes.
Como botón de muestra, lo ocurrido en el instituto público donde desarrollo mi actividad profesional: el pasado 29 de junio asistí al claustro final de curso, todo un baño de triste realidad. La directora nos informó que la plantilla en el próximo curso pasaría de 95 a 80 profesores/as, lo que supone más de un 15 por ciento en la reducción de la plantilla. Esto significa que 15 personas irán al paro el próximo curso, 15 profesores/as menos para el alumnado. En consecuencia, con menos profesorado, menos calidad en la enseñanza. Sale perjudicada toda la sociedad: los/as que pierden su puesto laboral y las personas adolescentes que se ven privadas de ese básico apoyo para su formación y educación. Si multiplicamos esta cifra por el número de institutos de Andalucía es fácil imaginar el tremendo daño que se le hace a la educación, pilar básico para el desarrollo de un pueblo.
Vista la situación, el resultado es igual a más paro para los/as profesionales de la educación, y más trabajo y menos sueldo para el funcionario de carrera. Con ello resulta difícil mantener una educación de calidad. Pero eso no es todo, por si fuera poco, el ministro de educación baja becas, pretende crear tres exámenes de reválida, lo que dificultaría la obtención de títulos para el alumnado con mayores dificultades sociales y económicas, manda al paro a jóvenes investigadores, obliga a emigrar a nuestros mejores cerebros universitarios... Sencillamente, indignante.
Tenemos que despertar, reaccionar y levantarnos para no permitir que destrocen en pocos meses lo que nuestra democracia ha ido construyendo a lo largo de más de treinta años, justo los años que llevo como profesor de Instituto. Han sido años ilusionantes y de mucho esfuerzo, apostando por lo público, lo que ha equivalido a luchar por la igualdad y la justicia social.
El último intento de salvaguardar la educación fue llevado a cabo por el anterior ministro del ramo, Angel Gabilondo, todo un señor profesor al que tiraron por tierra sus esfuerzos por llegar a un consenso que obligase, gobernase quién gobernase, a respetar los pilares que sustentan la educación. ¡Qué lejos estamos, en tan poco tiempo, tanto de ese fondo como de esas formas, y cuánto vamos a tardar en recuperarlos si seguimos solo vibrando por La Roja !
* Profesor y presidente de la Asociación KALA


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