Primavera para la democracia
Lola y Carlos son los progenitores de un
niño de siete años que desgraciadamente murió en un lamentable accidente. En
pleno duelo tuvieron que permitir la donación de los órganos de su hijo, con lo
que gracias a tan altruista decisión seis niños pudieron seguir viviendo o
mejorar su estado de salud. Un corazón, dos pulmones, un hígado y dos riñones
hicieron el milagro. Hoy Carlos y Lola viven con menos amargura la desaparición
de su querido hijo, al ser conscientes de que su muerte ha significado la vida
para otros niños.
Esta dura historia humana, al mismo tiempo
que solidaria, me hace recordar una pregunta que hice a los alumnos en una de
mis clases: ¿cuántas personas estaríais dispuestas a donar los órganos? Algo
más de la mitad se manifestaron a favor. A la segunda pregunta: ¿cuántas
estarían dispuestas en caso de necesidad a recibir un órgano? Todas las manos
se alzaron a la vez.
María es una mujer mayor a la que se le
viene a la memoria, con ojos húmedos y rostro satisfecho, cómo tuvo que ayudar
a sacar para adelante a varios hijos de una familia vecina bastante
empobrecida. Su compromiso evitó que protección de menores tuviese que
intervenir. Hoy esos niños han crecido, Raúl, Joaquín y Ana, y llaman a la que
fue su vecina mamá María.
Alvaro es un profesor de literatura recién
jubilado que ha enseñado la lengua de Miguel de Cervantes y Luis de Góngora a
miles de alumnos. Su vocación no lo apartó de la tiza y la pizarra a pesar de
las atractivas ofertas que le hicieron desde diferentes ámbitos de la vida
pública. Dice que su ideología y su escala de valores chocarían frontalmente
con esos cargos de despacho y traje.
Rafael ayuda a varios chavales inmigrantes
sin documentación, alguna vez a sabiendas de que actúa al margen de la ley. Si
algo tiene claro es que, por encima de todo, no quiere estar al margen de la
vida. El último día que hablé con él me dijo que cómo podíamos ser tan egoístas
en una provincia como la nuestra, que tiene a más de 270.000 cordobeses
emigrantes, distribuidos por distintas partes de la geografía española y del
mundo. Muchos piensan que los 30.000 inmigrantes que habitan en la provincia de
Córdoba son demasiados, incluso algunos estarían dispuestos a darle una patada
y echarlos. Sentía vergüenza ajena por esas personas.
José y Silvia son dos jóvenes empresarios
que luchan por fortalecer su empresa dando oportunidades a jóvenes desempleados.
En los tiempos que corren se conforman con el mantenimiento de su negocio y de
los puestos de trabajo que el mismo genera.
Más de una familia que conozco ha adoptado
o acogido a algún niño de etnia, religión o cultura diferente. Ven al otro, al
que nos viene de fuera, como un gran enriquecimiento personal y social. Son
familias que no pueden entender cómo hay personas que consideran a ese otro
como un intruso, que provoque miedo y xenofobia.
Mientras, en nuestra ciudad, algunos medios
de comunicación le hacen la campaña gratuita a un candidato imputado en el caso
Malaya. Los grandes partidos políticos elaboran unas listas electorales que en
demasiados casos nada tienen que ver con las ideologías y siglas que dicen
representar. Listas llenas de candidatos que han hecho de la política una
profesión, con lo que, si llegan a gobernar, estarán más pendientes de su
propio porvenir que el del bien común al que se deben.
Qué lástima que personas como Lola y
Carlos, María, Alvaro, Rafael, José y Silvia, y muchas más no aparezcan en las
candidaturas para las próximas elecciones municipales. Ojalá que los siguientes
comicios electorales vengan precedidos por una catarsis en los partidos
políticos que hagan vislumbrar una nueva manera de hacer política más acorde con
el sistema democrático, que nos favorezca más a todos y todas, empezando por
las personas que más lo necesitan.
* Profesor y presidente de la
Asociación KALA
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