¿A QUIEN SERVIMOS?

La Navidad siempre nos aviva la nostalgia, nos remueve las entrañas y nos conduce al encuentro. La Navidad también es aprovechada para lanzar mensajes, incluso políticos, y para reflexionar sobre nuestros propósitos de cara a un año nuevo.
En estas últimas semanas una interrogante martilleaba mi cabeza casi al mismo ritmo intermitente de cualquier guirnalda iluminada: ¿a quién servimos?
¿A quién sirve un político que ha hecho de su compromiso público una profesión destinada a mantenerse en el cargo por encima de su propia ideología, renunciando a desarrollar una política social con la ciudadanía más empobrecida y excluida?
¿A quién sirve un juez cuando manda a la cárcel a un chaval reincidente en diversos delitos, sabiendo que la causa está en el trastorno mental que le produce su adicción a las toxicomanías, en vez de aplicar medidas alternativas que lo rehabiliten?
¿A quién sirve un sindicalista que antepone el derecho de sus afiliados a la defensa universal de la clase trabajadora procedente de los países más empobrecidos de nuestro planeta?
¿A quién sirve una comunidad educativa que se basa principalmente en un reglamento de funcionamiento interno a través de medidas sancionadoras (expulsiones, aulas para expulsados-) que estigmatizan aún más al alumnado con necesidades educativas especiales de tipo social, en lugar de procurar una mayor atención a la diversidad y una mediación adecuada a la resolución de conflictos?
¿A quién sirve un funcionario de prisiones o un empleado de un centro de menores cerrado (cárcel de menores) que detectando malos tratos o violaciones de derechos humanos tiene como respuesta la callada por miedo a romper el corporativismo o a que lo echen del trabajo?
¿A quién sirve una Universidad que no se preocupa de acercarse a la realidad social de los más desfavorecidos a través de sus investigaciones y preocupaciones, que ayuden a la clase política en particular y a la ciudadanía en general a tomar conciencia de la grave injusticia social?
¿A quién sirve un trabajador de lo social cuando detecta una situación de riesgo familiar y en vez de aplicar medidas sociales, formativas, laborales, elabora un informe, basándose supuestamente en el desamparo en que viven los menores de esa familia, para que la Administración competente realice la retirada de los mismos?
¿A quién sirve cualquier religión que da culto a su dios por encima de los valores de la fraternidad, de la justicia social y de la paz, que teniendo suculentos bienes y beneficios no opta prioritariamente por los más empobrecidos y excluidos, sino que compiten entre ellas para demostrar cual de sus dioses es el más grande? Pienso y siento como lo hacía Carlos Cano en una de sus canciones: "Si mi dios fuera grande, que no es grande, si mi dios fuera fuerte, que no es fuerte..."
¿A quién sirve una organización no gubernamental cuando antepone sus intereses a los de los que dice defender, colectivos sociales éstos que están enmudecidos, a pesar del conocimiento de la realidad, por miedo a que les retiren las subvenciones?
¿A quiénes servimos? Quizás el poder dilucidar dicha interrogante nos podría ayudar a vacunarnos contra el virus que rompe y desvertebra aún más a los sectores más débiles de nuestra sociedad.
* Profesor y Coordinador del Area de Marginación de la Apdha


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