EL MUNDO SE DESANGRA
“Todo el mundo quería hacer algo. La foto de mi hijo muerto conmovió al
mundo, pero la gente sigue muriendo y nadie hace nada”, dijo a la prensa alemana
el padre de Aylan, el niño que apareció ahogado en una playa turca hace un año.
Cuanta razón tiene este padre cuando después de un año, al menos 423 niños han
corrido la misma desgracia que Aylan. Mientras el cuerpecito del niño se hundía
en las aguas del Mediterráneo, más de un millón de refugiados iban
llegando a Europa el pasado año y
alrededor de 300.000 en lo que va de 2016. España, de los 17.000 comprometidos,
solo ha acogido a unos cuantos centenares de refugiados.
Una
voluntaria en la isla de Lesbos nos dejaba su testimonio hace unas semanas: “Hacía
frío. Venían empapados, con niños, pero estaban contentos porque ya no había
bombas”. ¡Ya no había bombas! Desde que el terrorismo más cruel atentó contra
las Torres Gemelas, hace 15 años, han caído muchas bombas, sobre todo en los
países de Oriente, matando a miles y miles de inocentes, entre ellos muchos niños/as.
Mientras los hijos de Occidente estan en sus escuelas y en sus actividades
extraescolares, protegidos y queridos por su familia y sociedad, los otros no
valen mucho más que la bala o el explosivo que los mata.
¿Cuál es
nuestra actitud? La zancadilla que la periodista húngara le puso al refugiado
sirio y cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo o la solidaridad a corazón
abierto, actuando y denunciando. Denunciando a los líderes de los 28 países de
la UE que acordaron hace unos meses que todos los inmigrantes llegados por mar
fuesen internados en centros cerrados a la espera de ser retornados a Turquía
para frenar el flujo de llegadas. Convirtieron a Turquía en férrea frontera por
6000 millones de euros, siguiendo el “ejemplo” de España con respecto a Marruecos.
Sin embargo, la vida lucha por no morir, el ser humano lucha por no padecer y
ante esta obviedad, no hay frontera que resista.
¿Qué mal ha solucionado
Occidente aquel fatídico 11S? ¿Qué ha hecho con Afganistán, Irak, Siria, Libia…?
¡Cuántas vidas truncadas, cuántos odios levantados, cuántas libertadas
perdidas! Ni siquiera fue capaz de sostener esa puerta de esperanza que se
abría con la llamada “Primavera Árabe”. Su torpe política exterior y sus
intereses económicos dieron al traste con lo que podía haber sido la primera
piedra en la construcción de los derechos humanos en Oriente Medio y en la
ribera sur mediterránea. Sin embargo
cómo dice Joan Manuel Serrat: “el Mediterráneo de ahora donde las gentes se
dejan la vida queda muy lejos del que inspiró mi canción”.
Por ahí no
hay camino, no hay camino de humanidad en este sistema económico neoliberal,
que condena a millones de seres humanos al empobrecimiento y a la exclusión
social, no hay camino en un mundo que utiliza los sentimientos religiosos como
arma arrojadiza de unos contra otros, no hay camino mientras mueran miles de
personas todos los días a consecuencia del hambre, las enfermedades o los
conflictos bélicos. No hay camino en un mundo donde se escapa la vida a
borbotones por tanta sangre inocente derramada día a día, minuto a minuto.
Urge recuperar la conciencia humana,
basada en el amor, la justicia y la paz. Un amor que traspase las fronteras,
una justicia basada en los derechos humanos y una paz
sincera emanada desde una sociedad plural y diversa, intercultural e
interreligiosa, laica y tolerante, democrática e incluyente.
Córdoba,
1 de octubre de 2016
Miguel Santiago Losada
Profesor
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