LA TERCERA OPORTUNIDAD
Perdimos la primera oportunidad. El Cabildo de la Catedral , el mismo que fundase Cajasur, la sentenció a muerte. Una defunción causada por una pésima gestión, por la nefasta política de empleos, por la temeraria inversión en el ladrillo, por el pernicioso personalismo de Miguel Castillejo, presidente de la entidad durante treinta años y que se retiró con una pensión vitalicia millonaria, al que el Banco de España deja fuera de la investigación a pesar de tanta irresponsabilidad. Parece mentira que uno de los cabildos catedralicios con más dinero y poder de las diócesis españolas, ni fuera capaz de fundar, siglos atrás, una universidad como se hizo en otras ciudades, ni ha sido capaz de dejar una Caja saneada y productiva al servicio de Córdoba y su provincia. Perdimos la segunda oportunidad. El mismo Cabildo apuntilló el último solplo de vida al negar la fusión con Unicaja. Su soberbia de perdedor no le ha permitido entregar la Caja al enemigo rojo, según su propio comentario.