LA SOLIDARIDAD A PESAR DE TODO
Amanecemos
escuchando noticias degradantes para la humanidad, empezando por el genocidio
de Palestina, la escalada de la industria de la guerra o cualquier conflicto
internacional que pone en peligro la convivencia y ocasiona miles de muertes.
Además, siguen muriendo diariamente miles de niños por hambre y enfermedades, o
centenares de víctimas en las fronteras creadas por el dominio y la avaricia, convertidas
en lugares de desesperación y aniquilamiento.
Nunca podríamos pensar, los
que vivimos en esta parte del mundo, que volveríamos a verle las orejas al
lobo. La mayoría de la población mundial no solo está empobrecida, sino que
padece la amenaza de la muerte en cualquier segundo de su vida, y no
precisamente por causas naturales.
Con estupor emergen ideologías
que no creen en el ser humano, destruyendo los derechos humanos, penalizando y
criminalizando la solidaridad. No debe extrañarnos que la muerte del Papa
Francisco haya caído como un jarro de agua fría a nivel mundial, a creyentes o
no creyentes, a católicos o no católicos, en este caso por todo lo contrario,
por volver la mirada al libro que hace dos mil años se centraba en los más
débiles y pobres para dignificarlos. Ojalá el recién elegido, Robert Prevost, siga
el mismo camino iniciado por su antecesor. De momento ya ha pedido por el fin
del genocidio palestino.
Si bajamos a lo local, a lo
cercano, a nuestra ciudad y provincia, los actos y gestos de solidaridad se
suceden día a día. Hace poco, con motivo del apagón, vimos como pueblos de la
provincia acobijaban a los viajeros atrapados en las vías, o personas
ofreciendo sus hogares para que pasaran la noche. Desde hace años un grupo de
personas mayores, los “yayoflautas”, recorren todos los lunes nuestra ciudad
denunciando el desmantelamiento de la sanidad o la educación pública, salarios
o pensiones que no dan para vivir, la inalcanzable vivienda para miles de
jóvenes o las guerras que matan a tanta persona inocente. Pequeños gestos de
solidaridad recorren nuestros barrios atendiendo a los que viven en la puerta
de al lado, asociados a cualquier colectivo comprometido con las personas más
vulnerables, mostrando el calor del abrazo o de la mano tendida, acogiendo sin
prejuicios…
Que este rinconcito donde
vivimos genere oportunidades para sus jóvenes y no tengan que migrar por
obligación. Que, año tras año, los barrios con más necesidades vayan sintiendo
una mejoría en sus vidas por una política que apueste por ellos. Que los
valores de la igualdad, la justicia y la paz inunden los centros educativos. Que
no sigan cerrando aulas en los colegios públicos ni la sanidad se vea amenazada
por intereses privados. Que desaparezca cualquier tipo de violencia hacia la
mujer, o acto racista y xenófobo…
Pongamos nuestra ciudad al
servicio de la interculturalidad, del encuentro y del diálogo. Aprovechemos
nuestro patrimonio universal para ser un faro de luz por encima de cualquier
tipo de interés. Para ello, hagámonos eco de las palabras de Antonio Gala en la
inauguración del Congreso de Cultura Andaluza de 1978 en la Mezquita de
Córdoba:
En 1883, Machado
Álvarez, Demófilo, definió el pueblo como la nebulosa de la que se desprende,
por diferencias inapreciables, esos astros que se llaman individuos. Y llamó
pueblo al “conjunto” de hombres y mujeres que, por las condiciones especiales
de su vida, se diferencian entre sí lo menos posible y tienen el “mayor número
de notas comunes”.
Córdoba,
13 de mayo de 2025
Miguel Santiago Losada
Profesor y escritor
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