Contra la fuerza ciega de la ignorancia
Hace
algunas décadas no nos hubiésemos imaginado el retroceso político y social que
nos embarga. Un avance de la extrema derecha, del fascismo, empezando por los
Estados Unidos e Israel y terminando en Rusia. Hace tres años hubiese sido
inconcebible pensar en una guerra en plena Europa o en una matanza de miles de
niños y niñas en Palestina. No nos hubiésemos imaginado los parlamentos de
países democráticos con porcentajes tan altos de grupos políticos xenófobos,
racistas, homófobos, machistas, supremacistas del hombre blanco… Políticos,
además, que en muchos casos se vanaglorian de su fe cristiana. Una gran
desfachatez tomar el nombre de Dios en vano. Gente que no han leído el
Evangelio o son unos cínicos de cuidado. Basta con dos pasajes del Evangelio
para desmontar sus bulos y artimañas (Lc 6,20-26; Mt 25, 31-46).
Traigo a colación el pensamiento del
Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, en su libro La Sociedad de las
Naciones, publicado en 1919, tras la finalización de la Primera Guerra
Mundial, muy apropiado para el contexto internacional que estamos viviendo. En
esos años se fue fraguando un nuevo orden mundial donde se reivindicaba el
respeto y las aspiraciones de los diferentes pueblos que habitan el planeta.
Para ello se propugnó un organismo supraestatal, la Sociedad de las Naciones. Blas
Infante relacionaba en su obra la absoluta subordinación de las naciones a los
fines de la humanidad, planteando que “tanto debe lucharse por la libertad de los pueblos como por la
solidaridad de todos ellos”. Idea que quedaría recogida en el bello lema con el
que termina el himno de Andalucía: ¡Sea por Andalucía libre, España y la
Humanidad! No conozco ningún himno que proclame a los cuatro vientos la causa
común de la humanidad. Ya que el fin de la humanidad es “la solidaridad entre
todos los pueblos”.
Blas Infante
atribuía a los pueblos y sus naciones los mismos derechos imprescriptibles que
la Revolución francesa atribuyera al individuo.
“La intercomunicación de
todos los pueblos del mundo va
propagando y afirmando el
alma de la Sociedad de las Naciones,
la unidad moral de que
hablara Séneca; y al dotar a los pueblos
de igual inspiración,
acentúa la semejanza de sus necesidades”.
Don Blas
sintetizaba los objetivos de la Sociedad de las Naciones en el mantenimiento de
la paz y el reconocimiento de la libertad de los pueblos, garantizando la
independencia política y territorial de cada uno de ellos. Abogaba por la
supresión de las barreras económicas y por la descolonización. En definitiva,
por una justicia universal.
Un mundo de justicia e igualdad no necesita rearmarse, mostrando Blas Infante su radical tendencia pacifista: “conviértanse en mercantes los buques de guerra (…) fúndanse cañones y fusiles y funcionen las fábricas de guerra como forjas de industrias de vida y útiles de labranza”. La sociedad no necesita una gran milicia para la guerra, sino un gran colectivo de maestros y profesores “contra la fuerza ciega de la ignorancia”.
Córdoba,
18 de marzo de 2025
Miguel Santiago Losada
Profesor y escritor
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