VEINTE AÑOS ABRIENDO PUERTAS
¿Qué nos está pasando?
¿Nos hemos olvidado de las atrocidades del pasado siglo, de las guerras, del
fascismo, del nazismo, de los millones de muertes inocentes? ¿Nos hemos
olvidado de nuestros mayores que tuvieron que dejar el país, la familia… para
ganarse la vida más allá de nuestras fronteras?
¿Qué está ocurriendo?
¿Cómo mujeres, víctimas de la desigualdad, pueden votar a partidos que las
excluyen y les niegan sus derechos? ¿Cómo homosexuales, objeto de persecución
por la negación a la libertad sexual, pueden votar a partidos homófobos que han
generado tanto sufrimiento por el hecho de enamorarse de alguien del mismo
sexo? ¿Cómo una persona de etnia diferente a la blanca puede ser seguidora de
hombres blancos xenófobos y negacionistas de todo aquello que difiere de ellos?
¿Qué está fallando?
¿Qué ha fallado? ¿Quién ha encarcelado a los derechos humanos? ¿Quién ha matado
el mensaje de la buena noticia de que todos somos hermanos? ¿Dónde está la
escuela que enseñe humanidad, solidaridad, justicia, igualdad? ¿Dónde los
partidos que den un paso adelante y digan basta ya a tantas muertes provocadas
por el hambre, la guerra, las fronteras…?
El terror acaba de
matar a 17.000 niños en Gaza, la política inhumana ha dejado a miles de
personas en las aguas fronterizas, 6.000 niños migrantes llegados a Canarias
son rechazados por las políticas fascistas y cobardes. ¿Cuándo poner fin a
este dantesco “calvario” de tantas personas inocentes?
Imaginemos por un
momento que por azar nos hubiese tocado nacer en la otra parte del mundo, y que
nuestros hijos e hijas, nietos y nietas viviesen ese vía crucis de la
ignominia. ¿Qué pensaríamos? ¿Qué sentiríamos? ¿Qué haríamos?
Necesitamos referentes
que en lo cotidiano defiendan los derechos humanos con hechos. La Asociaciones
Kala este año cumple su vigésimo aniversario, posibilitando
en este tiempo acogida a más de 100 jóvenes migrantes sin compañía en
Córdoba, jóvenes que huyeron por las guerras, la extrema pobreza,
perseguidos por causas religiosas, políticas o por su orientación sexual. Kala
los acoge, les da techo, alimento y calor, además de ayudarles a formarse,
curarse de enfermedades, conseguir su documentación, buscar un trabajo. Muchos
de ellos, tras su paso por la asociación, viven con sus parejas, han formado
una familia, tienen trabajo, pagan sus impuestos y se sienten dignificados como
cualquier ciudadano.
Son muchas personas,
de acá y de allá, dispuestas a acoger, ayudar, colaborar, construir ambientes
de fraternidad, como las socias y colaboradoras de la Asociación Kala, pero se
necesitan muchas más porque se avecinan malos tiempos como estamos viendo en
Estados Unidos y Europa donde la ola reaccionaria está haciendo estragos.
Hace unos días escuché
a una médica del hospital de la isla de Hierro, donde llegan centenares de migrantes,
contar una experiencia de las que remueven corazones. En sus brazos un chico,
que había visto ahogarse a sus dos familiares que le acompañaban, la miraba con
unos ojos embargados de tristeza y desesperación, mientras ella le ofrecía la
mejor medicina que tenía en ese momento, el calor de su abrazo. En este mundo
cada vez más anestesiado y deshumanizado, el afecto y la solidaridad son los
mejores antídotos contra todo tipo de exclusión y xenofobia.
Córdoba,
23 de enero de 2025
Miguel
Santiago Losada (profesor y escritor)
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