Andalucía: la urgencia de tomar conciencia
NUESTRO ECOSISTEMA ANDALUZ: ESPACIO Y POBLACIÓN
Conceptos como medio ambiente, cambio climático, calentamiento global,
sequía, desertificación van siendo cada vez más conocidos por la mayoría
de la población. Acciones ecológicas que van a determinar los diferentes
ecosistemas del planeta. Andalucía está configurada por múltiples ecosistemas.
Pero consideremos a Andalucía como un gran ecosistema formado, como todos los
ecosistemas, por dos componentes: el biotopo (espacio natural) y la biocenosis
(la vida que habita en ese territorio).
Si oteáramos el vuelo de un águila desde el pico Castaño del Parque Natural
de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, sobrevolando el Valle del
Guadalquivir con sus campiñas, hasta llegar al pico Chullo del Parque Nacional
de Sierra Nevada, contemplaríamos a vista de pájaro las tres grandes unidades
geomorfológicas de Andalucía: Sierra Morena, Depresión del Guadalquivir y
Sierras Béticas. Geología que revela con claridad las distintas etapas de su
génesis y las profundas transformaciones que se produjeron en cada una de
ellas. En Sierra Morena están los materiales geológicos de mayor antigüedad, ya
que emergió en el Paleozoico Superior (hace 375 millones de años) como zona
costera de la Meseta Ibérica. Despeñaperros es la puerta natural que diferencia
geológica y paisajísticamente la Meseta de Andalucía. Posteriormente Sierra
Morena fue fracturada y levantada por el empuje de la Orogenia Alpina (hace
unos 30 millones de años), la misma que hizo emerger los macizos calizos
Béticos. Entre uno y otro bloque quedó el corredor marino (mar del Mioceno) que
progresivamente se cerró y colmató, dando lugar a la tercera macrounidad que es
la Depresión del Guadalquivir (final del terciario y principios del
cuaternario).
El relieve andaluz se caracteriza por presentar una geografía de
cordilleras, corredores naturales, ríos y mares que la hacen única. El paisaje
resultante de todo ello conforma mares de olivos, inmensos campos de cereales y
extensas comarcas de vides, parques naturales cubiertos de un rico sotobosque y
bosques de encinas, alcornocales, castaños y pinos, acantilados y playas que
circundan el sur de Andalucía. Pero no solo el suelo andaluz posee un variado
paisaje de cultivos y bosque mediterráneo, el subsuelo también presenta una
riquísima composición mineralógica, que los diferentes pueblos y culturas de
Andalucía han sabido aprovechar para su desarrollo cultural y económico. Por
desgracia, a partir del siglo XIX, fueron extraídos del subsuelo andaluz para
beneficio de las empresas extranjeras que explotaron y colonizaron las comarcas
mineras más ricas de Andalucía.
Los grandes corredores de los asentamientos humanos a lo largo de la
historia han sido las costas atlánticas y mediterráneas, el corredor Bético y
el Valle del Guadalquivir. Asentamientos que han ido forjando desde el
calcolítico, hace 5.000 años, los pueblos y ciudades de mayor antigüedad de
Andalucía. Dos mil años después florecería la cultura tartésica en el suroeste
de la península Ibérica, una fusión entre los pueblos indígenas y los fenicios.
La cultura turdetana será la heredera enriquecida por griegos y cartagineses.
Desde el siglo II a.C. nos romanizamos hasta el siglo VI d.C., que bajo la
Spania bizantina resistieron las ciudades-estado de la Bética a las investidas
de los pueblos del norte. Después de la etapa visigoda llegarán los siglos andalusíes,
desde los albores del siglo VIII hasta la caída del reino nazarí en 1492. La
llegada de la conquista castellana a partir del siglo XIII marca un antes y un
después en nuestra historia. Castilla nos conquista y nos divide en cuatro
reinos, sin cortes propias, reparte en grandes latifundios las tierras, nos
empobrece culturalmente diluyendo nuestro rico y diverso acervo andalusí. En
definitiva, nos convirtieron en colonia del reino de Castilla. La Corona y la
Iglesia católica se encargarán de eliminar la diversidad cultural andalusí,
excluyendo a toda la población que no fuera católica a través de las grandes
oleadas de expulsiones y de la muerte de miles de personas. A pesar de ello la
huella andalusí, judía, negra y, posteriormente, gitana permanecerían en la
genética y legado del pueblo andaluz.
Con la llegada del siglo XIX Andalucía volverá a escribir páginas de su
riquísima historia: Junta Suprema de Andújar, Pacto Federal Andaluz, Revolución
Cantonalista, Constitución de Antequera. A finales del siglo decimonónico
nacería en la localidad malagueña de Casares (1885) Blas Infante, que se fue
nutriendo de la historia de Andalucía, al mismo tiempo que sentía y tomaba
conciencia de los dolores de su pueblo: empobrecimiento,
postración, colonización. Pueblo al que le habían robado su esencia. Envuelto
por la blanquiverde se dedicará con todo su empeño a recuperar la memoria de lo
que fuimos y a desarrollar una política que diera respuestas a las necesidades
del pueblo andaluz. No fue un político al uso, fue un político encarnado en su
gente, partiendo desde abajo. Muere fusilado por el fascismo en 1936 y después
de 41 años, 4 de diciembre de 1977, resucitó en las calles de
sus pueblos y ciudades al grito de ¡Viva Andalucía libre!
ANDALUCÍA SIN SOBERANÍA NI VOZ
Después del resurgir andalucista a finales de los setenta y principios de
los ochenta del pasado siglo, los partidos PSOE, IU y el desaparecido PA no
apostaron e incluso entorpecieron la soberanía del pueblo andaluz, lo que
supuso la falta de conciencia necesaria para la aparición de partidos
nacionalistas andaluces. Además, las grandes empresas se han dedicado, y lo
siguen haciendo, a la extracción de los recursos naturales andaluces
enriqueciendo otros lugares ajenos a Andalucía, empobreciéndola aún más, en vez
de generar un tejido industrial sostenible que cree empleo de calidad. Este
adormecimiento de la conciencia del pueblo andaluz y su empobrecimiento
económico son las consecuencias más clamorosas de la ausencia de voz propia de
sus gentes. Un ejemplo evidente es el Congreso de los Diputados, que no cuenta
con un instrumento político que denuncie los problemas de Andalucía y
reivindique sus soluciones. Esta anomalía política se traduce en la
postergación social, económica y cultural del pueblo andaluz. Los datos indican
que Andalucía se encuentra entre los últimos puestos del Estado de las
autonomías después de cuarenta años de democracia. Baste con recordar que de
las quince ciudades o grandes municipios con menos esperanza de vida un total
de diez se encuentran en Andalucía. Diez de los quince barrios más pobres de
España están en Andalucía. Las fuentes indican que la media de los salarios
andaluces son un 29,5% más baja que los de la Unión
Europea. El salario medio anual en
Andalucía se sitúa 4.051 euros por debajo de la media estatal
y está a la cola de las comunidades. Un 29,4% de los menores de 18 años en
Andalucía está en situación de pobreza, frente al 27,8% de los menores en el
resto del país. Andalucía acumula uno de los mayores porcentajes de pobreza en
el Estado español, registrando en 2022 más de tres millones de personas en riesgo de pobreza o
exclusión social, lo que significa un 35,8% de la población total. Un dato muy
significativo que demuestra que Andalucía sufre un fuerte extractivismo
consiste en que el 57% de las grandes fortunas españolas tributan en Madrid o en Cataluña. Así, Madrid acumula
una riqueza de 38.548 millones de euros, mientras que el territorio catalán,
que cuenta con más multimillonarios en el ranking, amasa una de 26.102 millones
de euros.
En pleno siglo XXI sigue sin haber espacio para Andalucía en la
política del Estado. Con la llegada del primer Gobierno de coalición se abría
la posibilidad de formar un subgrupo parlamentario andaluz en el seno del grupo
parlamentario de Unidas Podemos. La pugna del poder interno en Podemos impidió
que Andalucía tuviera su propia portavocía. Más tarde, los conflictos surgidos
entre los diferentes partidos políticos en Andalucía, a la izquierda del PSOE,
acabaron enfrentando a IU con Podemos y la expulsión de Teresa Rodríguez y
otros siete parlamentarios andaluces, dejándolos como no adscritos en contra
del criterio del letrado mayor de la cámara. Sumar ha sido el último ejemplo de
la falta de consideración para Andalucía al negarle una portavocía al grupo de
diputados andaluces, seis en total. Yolanda Díaz no ha contado con
ninguno de los seis diputados andaluces a la hora de repartir los puestos que
intervendrán en el Congreso, a pesar de que, tras Cataluña, son de Andalucía la
mayoría de sus representantes.
Mientras tanto Adelante Andalucía no acaba de despegar. El excesivo control
de los anticapitalistas de Cádiz ha impedido que esta formación formara parte
de candidaturas de coalición de izquierdas en las últimas elecciones
municipales, como el caso de Hacemos Córdoba. Igualmente fue un error haberse
presentado solo en la provincia de Cádiz en las pasadas elecciones generales
sin siquiera haber pactado con Sumar que el partido de Yolanda Díaz no se
presentase en Cádiz a cambio de no haberlo hecho Adelante Andalucía en las
otras siete provincias.
SENTIMIENTO Y CONCIENCIA ANDALUZA
En este tercer epígrafe voy a utilizar mi propia experiencia de vida para
explicar cómo me surgió el sentimiento y la conciencia andaluza, lo que me
llevaría a compromisos en el ámbito de lo social, identitario y patrimonial.
Como bien decía el escritor y dramaturgo cordobés
Antonio Gala, me siento andaluz nacido en Córdoba. Me siento orgulloso de
haber nacido en Andalucía donde floreció la cultura autóctona tartésica. Platón
ya mencionaba a Tartesos como la Atlántida. Una tierra que, junto con la
civilización egipcia, es la más densa en arqueología. Pensar que Córdoba como
fundación romana surgió de la nada es una simpleza. Bajo Cádiz, Sevilla,
Córdoba… está Tartesos. Tierra abonada para el florecimiento de la sociedad y
la cultura andalusí. El gran río de Andalucía, como lo llamó
Luis de Góngora, fue el antiguo Betis que le dio el nombre a una de las
provincias romanas más destacas del Imperio, la Bética. Posteriormente, los
andalusíes, que convirtieron nuestra tierra en el gran Estado del mundo árabe
occidental, al-Ándalus, le pusieron el nombre de Guadalquivir.
Pienso y hablo en andaluz. Una variedad lingüística que no ha sido unificada
ni normalizada oficialmente. Escuchamos en andaluz, sentimos el quejío de algún
cantaor flamenco al compás del rasgueo de una guitarra, saboreamos la
gastronomía de nuestra tierra, nuestros ojos se llenan de la luminosidad cada
día, sentimos “la calor” y recordamos los olores de nuestras madres cuando nos
acurrucaban recostadas en las mecedoras y nos adormecían susurrándonos alguna
nana o una copla, desprendiendo aromas de azahar y jazmín.
Por motivos familiares viví en Barcelona, a la que le debo mi toma de
conciencia andaluza. Recuerdo, cuando pisé por primera vez sus calles, sentirme
anonadado ante el barullo que contemplaban mis ojos en una ciudad que percibía
de color grisáceo. ¡Cómo ha cambiado Barcelona desde aquellos años! Sin duda,
es una de las ciudades más bellas y modernas del Mediterráneo. Mis padres me
matricularon en un colegio del Ensanche barcelonés. Mi nuevo colegio era un
edificio de varios pisos con patio interior, nada que ver con el espacioso y
blanco de Córdoba. Aunque me adapté bastante bien desde el primer momento, tuve
mis diferencias ya que no era muy corriente que un andaluz estudiase en un
colegio del centro de Barcelona, exclusivamente con compañeros catalanes. No
era muy normal mi presencia en este colegio cuando la mayoría de los andaluces
vivían en los barrios y pueblos del área metropolitana, que acogían a la
población emigrante por la situación de empobrecimiento social que asolaba
Andalucía. Mi nueva pandilla de amigos la componían adolescentes catalanes,
chavales que vivían mayoritariamente en el centro barcelonés. Tuve mis
discusiones sobre nuestras diferentes identidades. Algunos me manifestaban su
sentimiento exclusivamente catalán, debido al anticatalanismo franquista que
había hecho mella en sus familias. Incluso uno de ellos me llegó a decir que no
estaba en España. El profesorado del colegio me acogió con cariño y aceptación,
incluso me invitaban en las clases a que hablase de Andalucía. Terminé mi
bachillerato elemental expedido por el decano Instituto Balmes de Barcelona e
inicié el bachillerato superior en Ciencias. El interés por saber cosas de
Córdoba y Andalucía me habituó a leer la prensa. Al mismo tiempo, me aficioné a
leer libros sobre la historia de Córdoba y Andalucía, e incluso comencé a
escribir sobre mi ciudad. Todo ello iba despertando mi identidad andaluza. A
mis amigos, compañeros y profesores catalanes les debo el sentirme orgulloso de
Andalucía, mi pueblo, de su historia y cultura, de sus gentes y tradiciones, de
sus hablas, de su manera de ser y sentir. A Barcelona en particular y a
Cataluña en general les tengo que agradecer el que me incitaran a desarrollar
mi conciencia andaluza.
Después de mi estancia en Barcelona, viví varios años en Madrid donde
terminé el bachillerato e hice la selectividad. A partir de 1975 viviría en
Sevilla tres años, donde comencé la carrera universitaria de Ciencias
Biológicas. Los años vividos en Sevilla fueron decisivos para que mi ideología
se fuese afianzando. Fui delegado de curso, lo que me hizo participar activamente
en las asambleas de alumnos, manifestaciones. Comencé a escribir cartas de
opinión en los periódicos, descubriendo mi faceta articulista. Recuerdo de una
manera muy especial mi participación en la manifestación del 4 de diciembre de
1977 a favor de una Andalucía libre y soberana. La bandera andaluza, que
portaba, me la regaló mi padre, que guardo con mucho cariño. La manifestación
de Córdoba, alrededor de 100.000 personas, partió de la glorieta de la Media
Luna, recorrimos el Paseo de la Victoria hasta llegar a la Avenida Ronda de los
Tejares, después giramos hacia la comercial calle Cruz Conde. No pude acceder a
la plaza de las Tendillas, donde finalizaba la manifestación, por la cantidad
de personas que la abarrotaban. La manifestación se disolvió prácticamente sin
incidentes. En ese mismo momento otro joven, Manuel José García Caparrós, moría
en Málaga al ser disparado por la guardia civil cuando intentó poner una
bandera andaluza en el balcón de la Diputación Provincial.
Poco a poco iba forjando mi ideología, que se declinó por el humanismo
cristiano, lo que me condujo al compromiso social con colectivos vulnerables y
marginados de la sociedad. Llegaría a cofundar el Comité de Solidaridad con
América Latina, a raíz de mi estancia en Perú; Encuentro en la Calle, implicado
con los chavales de los barrios con mayor exclusión social de Córdoba; Kala,
asociación que lucha por la inclusión de jóvenes migrantes; APDHA, en defensa
de los derechos humanos de Andalucía; Europa Laica, comprometida con la laicidad
de Andalucía y del Estado español. Mi sentimiento y toma de conciencia de la
identidad andaluza me hizo formar parte de colectivos que apostasen por la
soberanía del pueblo andaluz: Asamblea de Andalucía, Andalucía Viva. Incluso
llegué a ser asesor de la Cátedra Intercultural de la Universidad de Córdoba y,
actualmente, patrono de la Fundación Blas Infante. Defender Andalucía es
defender su patrimonio natural e histórico-artístico, implicándome en
plataformas en defensa del patrimonio: “Plataforma Mezquita-Catedral,
Patrimonio de Tod@s”, “Plataforma en Defensa del Patrimonio de Andalucía”,
“Coordinadora Estatal Recuperando”.
Ojalá muchos andaluces y andaluzas que siente su tierra y su pueblo
encuentren la manera de tomar conciencia de la nación andaluza. La proclama de
nuestro himno ¡Andaluces levantaos! solo será posible cuando el pueblo andaluz
sienta y tome conciencia de lo que fuimos y lo que somos.
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