EL ABRAZO DE MOHAMMED
El año 2016 comenzaba
con el abrazo del niño Mohammed que, al igual que otros niños, nos acompañaba
en el inicio del nuevo año alrededor de un apetitoso cuscús preparado por las
madres de una aldea de la extensa campiña marroquí. Nos juntamos una gran
familia formada por hombres y mujeres, jóvenes y muchos niños donde imperaba el
lenguaje de la sonrisa, de la acogida, del abrazo y de la humanidad.
El ser de diferentes
culturas y religiones no significó establecer muros de discordia, por el
contrario, y como ocurre con más frecuencia de lo que nos hacen creer, la
convivencia y el entendimiento entre las personas de buena voluntad siempre
fluye por doquier. Las discordias, mayoritariamente son provocadas por los que
se creen más creyentes que nadie, por los que se creen que su dios es el único
y verdadero, por los que se toman el nombre de Dios en vano a través de
doctrinas fundamentalistas, que nada tienen que ver con las verdadera esencia del
ser humano, doctrinas que conducen a la inmoralidad de condenar, dividir,
culpabilizar e incluso matar, a la vieja usanza inquisitorial.
En el
lenguaje del abrazo descrito al inicio, no caben las palabras de algunos
jerarcas católicos que nos hablan de que la fecundación in vitro es un
aquelarre químico, que cuestionan el acogimiento a los refugiados, que
consideran a la homosexualidad como una deficiencia sexual. Tampoco caben las
actitudes de algunos imanes que pretenden
condenarnos al infierno por besarnos entre hombres y mujeres y cuyos sermones conducen
al odio, a la enemistad e incluso a la muerte. Tampoco valen las palabras de
algún rabino que celebra la segregación de los hermanos palestinos o que
bendice la destrucción de casas de centenares de familias. Y por supuesto,
tampoco ha lugar la discriminación que sobre la mujer ejercen todas estas
estructuras religiosas.
La fiesta
fue posible porque tanto disparate se quedó en la puerta y el pequeño Mohammed
pudo abrazarnos con toda su alma al despedirnos. No estaba contaminado de esa
doctrina castrante que inhumaniza y va en contra de la propia divinidad.
Muy posiblemente el alma del papa Francisco
este imbuida de la misma humanidad que la del pequeño Mohammed al pedir un diálogo
entre religiones para lograr frutos de paz y de justicia ya que, como él dice,
la única certeza reside en que todos somos hijos e hijas de Dios. La utopía
quedó escrita hace dos mil años en las palabras de uno de los mayores profetas
de la historia, Jesús de Nazaret: “tuve
hambre, y me distéis de comer; tuve
sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y
me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. Dejemos que nos cale la palabra salida
de las entrañas, brotada del corazón, nacida de lo mejor del ser humano. ¡Qué en
2017 lo podamos sentir y vivir!
Córdoba, 28 de diciembre de 2016
Miguel Santiago
Losada
Profesor
y miembro de Comunidades Cristianas Populares
Comentarios
Publicar un comentario